
100,1. El cielo es el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno.
«La Iglesia ha definido como dogma de fe la existencia y eternidad de cielo» (984).
«El cielo es primordialmente un "estado". Es un modo de existir. El espacio es para las cosas materiales. Los espíritus, para existir, no necesitan de un lugar. Pero es necesario además suponer que el cielo se halla localizado en algún "lugar" aunque no sepamos decir dónde está . No hay más solución que decir, que, de uno u otro modo, el cielo es un lugar de gloria» (985).
En el cielo, los buenos viven con Dios eternamente felices. Éste es el único modo de ser del todo feliz .
Para Platón la felicidad está en amar la Belleza, y para Aristóteles en conocer la Verdad. Como en Dios está la Suprema Belleza y Verdad, en el disfrute de Dios está la verdadera felicidad. Y esto es el cielo . Por eso dice San Agustín : Nos hiciste, Señor, para Ti; y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti .
Puede ser interesante mi vídeo «El cielo: la felicidad de amar».
100,2. Dios ha hecho al hombre para el cielo. Por eso aquí en la Tierra ningún hombre encuentra esa felicidad completa que tanto busca.
Goethe afirmaba de sí mismo: «Se me ha ensalzado como a uno de los hombres más favorecidos por la fortuna. Pero en el fondo de todo ello no merecía la pena, y puedo decir que en mis setenta y cinco años de vida no he tenido cuatro semanas de verdadera felicidad. Ha sido un eterno rodar de una piedra que siempre quería cambiar de sitio» (986).
Los ricos y los pobres, los de arriba y los de abajo, todos los hombres, en sus momentos de sinceridad, reconocen que no encuentran la felicidad que los sacie, aunque hayan tenido de todo y hayan gozado de todo. Y es que «la aspiración fundamental del hombre no puede saciarse con la posesión de un objeto, el hombre no puede alcanzar su felicidad plena en una relación sujeto-objeto, sino en una relación yo-tú, es decir, en la relación con una persona»(987).

Incluso en este mundo la mayor felicidad está en el amor. No precisamente el amor-lujuria, sino el amor espiritual. El amor brota ante la presencia de lo bueno, de lo bello. En el cielo la posesión intuitiva del Bien infinito -Dios- nos proporcionará, por el amor, una felicidad insuperable.
Lo mismo que por más que te explique un cosmonauta la sensación de ingravidez que él siente en el espacio, no puedes entenderla como él, así es imposible que un pecador comprenda a Santa Teresa cuando habla de la felicidad del amor de Dios.
La felicidad del cielo es difícil que la comprendamos con nuestra mentalidad terrena. Es como hablarle a un ciego de colores, o a un sordo de música. Ya lo dijo San Pablo : «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha concebido jamás el corazón humano la felicidad que Dios tiene preparada para los que le aman» (988).
La única felicidad completa, verdadera y definitiva está es el cielo.
Por eso la salvación eterna es el problema más importante que el hombre tiene que resolver en esta vida. Es un asunto difícil, pero a nosotros mismos nos interesa que salga bien. Si me sale mal, yo seré el que me hunda para siempre.

En el cielo conoceremos todo lo que nos interese sobre nuestra familia, amigos, etc. Incluso todas maravillas de la ciencia en todas las ramas del saber humano . Y como en el cielo no se puede sufrir, los bienaventurados no sufren viendo sufrir a sus seres queridos, pues ven los bienes que se siguen de ese sufrimiento. Pero sin duda pedirán a Dios que alivie sus penas y les de fuerzas y resignación para sobrellevarlo todo .
Los Testigos de Jehová dicen que sólo se salvan 144.000 porque es el número que da el Apocalipsis (989).
Pero todo el que sabe un poco de Estudios Bíblicos conoce que los números en la Biblia tienen un valor simbólico. No pretenden la exactitud. Como cuando decimos «te he llamado mil veces» lo que queremos decir es «muchas veces»; y cuando dices «llevo esperándote tres horas» quieres decir mucho rato, y no precisamente ciento ochenta minutos.
Hay números simbólicos como el 7, el 12, el 40. Setenta veces siete.
Cuarenta días de ayuno. Doce apóstoles. Doce tribus de Israel.
Los 144.000 son 12.000 por cada una de las doce tribus de Israel. Doce es símbolo de plenitud y mil, de multitud. Por eso el Apocalipsis dice unas líneas después que «era una gran muchedumbre que nadie podía contar» (990).
Y San Pablo : «Dios quiere que todos los hombres se salven» (991).
Y Cristo encargó a los Apóstoles: «Predicad a toda criatura..., el que crea se salvará» (992).
Esta doctrina de los Testigos de Jehová ha sido tan refutada, que ellos mismos buscan otra interpretación del texto y van admitiendo que son muchos más los que se salvan .

Incluso los que, sin culpa suya, no son cristianos pero han permanecido fieles a la voz de su recta conciencia, participarán de la felicidad eterna con el Señor, pues la acción invisible del Espíritu Santo en sus corazones, los unirá al misterio pascual de Jesucristo .
Dice Santo Tomás que el que no conoce la religión verdadera sin culpa suya, pero ha procurado vivir conforme a su conciencia haciendo el bien y evitando el mal, según sus alcances, hay que creer certísimamente que Dios buscará el modo de iluminarle antes de morir para que pueda salvarse (993).
Dice el Concilio Vaticano II: «Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero se esfuerzan en cumplir con su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna»(994).
La Divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa suya ignoran el conocimiento expreso de Dios, y se esfuerzan en llevar una vida recta .
En cambio, el instruido suficientemente en la religión católica que rechace a la Iglesia Católica, no podrá salvarse .
Goethe afirmaba de sí mismo: «Se me ha ensalzado como a uno de los hombres más favorecidos por la fortuna. Pero en el fondo de todo ello no merecía la pena, y puedo decir que en mis setenta y cinco años de vida no he tenido cuatro semanas de verdadera felicidad. Ha sido un eterno rodar de una piedra que siempre quería cambiar de sitio» (986).
Los ricos y los pobres, los de arriba y los de abajo, todos los hombres, en sus momentos de sinceridad, reconocen que no encuentran la felicidad que los sacie, aunque hayan tenido de todo y hayan gozado de todo. Y es que «la aspiración fundamental del hombre no puede saciarse con la posesión de un objeto, el hombre no puede alcanzar su felicidad plena en una relación sujeto-objeto, sino en una relación yo-tú, es decir, en la relación con una persona»(987).

Incluso en este mundo la mayor felicidad está en el amor. No precisamente el amor-lujuria, sino el amor espiritual. El amor brota ante la presencia de lo bueno, de lo bello. En el cielo la posesión intuitiva del Bien infinito -Dios- nos proporcionará, por el amor, una felicidad insuperable.
Lo mismo que por más que te explique un cosmonauta la sensación de ingravidez que él siente en el espacio, no puedes entenderla como él, así es imposible que un pecador comprenda a Santa Teresa cuando habla de la felicidad del amor de Dios.
La felicidad del cielo es difícil que la comprendamos con nuestra mentalidad terrena. Es como hablarle a un ciego de colores, o a un sordo de música. Ya lo dijo San Pablo : «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha concebido jamás el corazón humano la felicidad que Dios tiene preparada para los que le aman» (988).
La única felicidad completa, verdadera y definitiva está es el cielo.
Por eso la salvación eterna es el problema más importante que el hombre tiene que resolver en esta vida. Es un asunto difícil, pero a nosotros mismos nos interesa que salga bien. Si me sale mal, yo seré el que me hunda para siempre.

En el cielo conoceremos todo lo que nos interese sobre nuestra familia, amigos, etc. Incluso todas maravillas de la ciencia en todas las ramas del saber humano . Y como en el cielo no se puede sufrir, los bienaventurados no sufren viendo sufrir a sus seres queridos, pues ven los bienes que se siguen de ese sufrimiento. Pero sin duda pedirán a Dios que alivie sus penas y les de fuerzas y resignación para sobrellevarlo todo .
Los Testigos de Jehová dicen que sólo se salvan 144.000 porque es el número que da el Apocalipsis (989).
Pero todo el que sabe un poco de Estudios Bíblicos conoce que los números en la Biblia tienen un valor simbólico. No pretenden la exactitud. Como cuando decimos «te he llamado mil veces» lo que queremos decir es «muchas veces»; y cuando dices «llevo esperándote tres horas» quieres decir mucho rato, y no precisamente ciento ochenta minutos.
Hay números simbólicos como el 7, el 12, el 40. Setenta veces siete.
Cuarenta días de ayuno. Doce apóstoles. Doce tribus de Israel.
Los 144.000 son 12.000 por cada una de las doce tribus de Israel. Doce es símbolo de plenitud y mil, de multitud. Por eso el Apocalipsis dice unas líneas después que «era una gran muchedumbre que nadie podía contar» (990).
Y San Pablo : «Dios quiere que todos los hombres se salven» (991).
Y Cristo encargó a los Apóstoles: «Predicad a toda criatura..., el que crea se salvará» (992).
Esta doctrina de los Testigos de Jehová ha sido tan refutada, que ellos mismos buscan otra interpretación del texto y van admitiendo que son muchos más los que se salvan .

Incluso los que, sin culpa suya, no son cristianos pero han permanecido fieles a la voz de su recta conciencia, participarán de la felicidad eterna con el Señor, pues la acción invisible del Espíritu Santo en sus corazones, los unirá al misterio pascual de Jesucristo .
Dice Santo Tomás que el que no conoce la religión verdadera sin culpa suya, pero ha procurado vivir conforme a su conciencia haciendo el bien y evitando el mal, según sus alcances, hay que creer certísimamente que Dios buscará el modo de iluminarle antes de morir para que pueda salvarse (993).
Dice el Concilio Vaticano II: «Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero se esfuerzan en cumplir con su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna»(994).
La Divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa suya ignoran el conocimiento expreso de Dios, y se esfuerzan en llevar una vida recta .
En cambio, el instruido suficientemente en la religión católica que rechace a la Iglesia Católica, no podrá salvarse .