Muéstrame tu rostro Cap. 4-2 : Quédate con el Padre- -Ejercicios prácticos


Quedarse con el Padre


Llegué y entré en la soledad más profunda de mi ser. Encendí la luz de la fe y, ¡oh prodigio , aquella soledad estaba ocupada por un Habitante: el Padre. Si el Padre y yo nos encontramos en una habitación cerrada, ¿qué hacemos ahora? ¿Cómo adorar? Jesús viene a responder: ¡Cuidado con las muchas palabras Ahora que el Padre está ahí en lo más secreto, quédate con El (Mt 6,6).

Quedarse con el Padre significa establecer una corriente atencional y afectiva con El, una apertura mental en la fey en el amor. Mis energías mentales (lo que yo soy como conciencia, como persona) salen de mí, se proyectan en El y quedan con El. Y todo mi ser permanece quieto, concentrado, compenetrado, paralizado en El, con El.

Pero no sólo se trata de una salida mía hacia El, no sólo es apertura. Simultáneamente es acogida porque existe también otra salida —en el amor— de El hacia mí.  Si El sale hacia mí y yo salgo hacia El, si El acoge mi salida y yo --acojo su salida, el encuentro viene a ser un cruce y cristalización de dos salidas y dos acogidas. De esta manera se produce una unión convergente, profunda y transformante, en la que el más fuerte asume y asimila al más débil, sin perder la identidad ninguno de los dos.

Y así, desde el primer momento comienza el proceso transformante. Cuanto más profundo es el encuentro, la Presencia comienza a hacerse presente, impactar, iluminar e inspirar la persona en sus realidades más profundas como son el fondo vital, el inconsciente, los impulsos, los reflejos, los pensamientos, los criterios... Cuanto más vivo y profundo sea el encuentro, repito, en esa misma proporción la Presencia embiste, penetra y alumbra los tejidos más entrañables y decisivos de la persona. El hombre comienza a caminar en la presencia del Señor (la Presencia está encendida en la conciencia). Los impulsos y reflejos, al salir afuera, salen según Dios.

Y así, el comportamiento general del cristiano (su estilo) aparece ante el mundo revestido de la «figura» de Dios. Su figura se hace visible a través de mi figura, y así el cristiano se convierte en una transparencia de Dios mismo. De esta manera, el Señor sigue avanzando en la conquista de nuevos espacios,y, como' en círculos concéntricos cada vez más amplios, comienza la divinización de la humanidad. Pero todo comenzó en el núcleo de la intimidad. Allá están encerradas todas las potencialidades. Ese quedarse con el Padre equivale a la expresión hablar con Dios.

Es diferente hablar con Dios que pensar en Dios. Siempre que se piensa en alguien, ese alguien está ausente. Pensar en alguien es hacer presente (re-presentar) a ese alguien que está ausente mediante una combinación de recuerdos e imágenes que tengo sobre él. Pero si ese alguien ausente se hace, de repente, presente temporalmente ante mí, yo ya no pienso en él sinoque se establece con él una corriente dialogal, no necesariamente de palabras sino de interioridades.

Cuando dos presencias mutuamente conocidas y amadas se hacen presentes, se establece sin más una corriente circular de dar y recibir, de amar y ser amado, en una función simultánea y alternada de agente y paciente. Es un circuito vital de denso movimiento que, no obstante, se consuma en la máxima quietud. En este diálogo no es necesario que se crucen palabras (ni mentales ni vocales) sino que son las conciencias las que se cruzan en una introyección inter-subjetiva, en una proyección nunca identificante y siempre unificante. Todo lo dicho se resume en esta expresión: estás conmigo.

Las tinieblas no te ocultan, las distancias no te separan. No hay interferencia en el mundo que me pueda apartar de ti.

 Estás conmigo. 
Salgo a la calle y caminas conmigo.
Me enfrasco en el trabajo, y a mi lado te quedas. Mientras duermo, velas mi sueño.
No eres un detective que vigila, eres un Padre que cuida.

A veces me vienen ganas de gritar: Soy un niño perdido en la selva, estoy solo, nadie me quiere. En seguida oigo tu respuesta: Yo estoy contigo, no tengas miedo.

En ti se alimentan mis raíces. Me envuelves con tus brazos. Estás conmigo.
Con la palma de tu derecha cubres. Con la luz de tu mirada penetras mis aguas. Soy un niño que tiene frío y me calientas con tu aliento. Sabes perfectamente cuándo termina mi descanso y dónde comienza mi caminar.
Mis senderos y andanzas son más familiares para ti que para mí.
Casi no lo puedo creer pero es verdad: adondequiera que yo vaya, estás conmigo.

Si yo fuese un águila invencible y escalara el firmamento para escaparme de tu aliento, si yo fuese un delfín de aguas profundas y en un descenso vertical me sumergiera hasta los abismos para evadirme de tu presencia, es imposible, no hay en el mundo madre tan presente a su niño comotú a mí. Estás conmigo
.Si la aurora me prestara sus alas de luz, y fuese yo volando hasta la esquina del mundo, es inútil, también allí me tomarás con cariño con tu derecha. Estás conmigo.

Si yo dijera: La noche será mi refugio. Cúbreme, oh noche, con tu manto negro para desorientar a este perseguidor.
Prestadme, oh tinieblas, vuestras alas negras para ocultarme a esta mirada, es imposible, no lo puedo evitar. 
Tu presencia es fulgor que taladra y transfigura las sombras. Estás conmigo.
Bendita sea tu presencia (Sal 138).


Trato de amistad
Santa Teresa nos da la ya famosa definición de la oración.
«No es otra cosa... sino tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama.»

Tratar es una expresión castellana que, en este contexto, presupone, significa y contiene un estado interior —siempre interpersonal— afectuoso, en un movimiento recíproco y oscilante de dar y recibir. Es en el verbo tratar donde hay que cargar el acento.

Siempre que hay trato con Dios, hay oración; para que haya oración tiene que haber trato de amistad, y esto, en cualquier clase de oración, desde la recitación de una plegaria aprendida de memoria hasta las cumbres más altas de la mística. Siguiendo a la santa diremos que el encuentro es una comunicación —una vez más intercomunicación—, algo así como un comercio en el que la mercancía que se intercomunica es el amor: el que Dios nos ofrece y el que nosotros le devolvemos en correspondencia.

Se trata de un intercambio afectuoso en el que sabemos que se nos ama y queamamos. «Estar», tratar, mirar, sentirse recíprocamente presentes, serían unas cuantas palabras que nos aproximarían a lo que es la esencia de la oración.
Podríamos hablar también de un intercambio de miradas. Santa Teresa, mujer ella y por consiguiente afectiva, hace hincapié en el lado afectivo más que en el discursivo.

Siendo Dios amor, habiéndonos creado por amor, habiéndosenos revelado por amor, el destino final de todas sus intervenciones no puede ser sino transformarnos en el amor.
El amor es una acción dinámica; Dios, que es amor, siempre está en acción, nos invita, nos solicita, se nos ofrece y poneen «movimiento» las facultades interiores. 

El «movimiento» es una relación yo-tú: una proyección e inter-acción del«yo» en el «tú» y del «tú» en el «yo». En el encuentro, sobre todo cuando se está en vías de profundización de la oración contemplativa, la intimidad intersubjetiva toma la totalidad del hombre, sin excluir las potencias corpóreas, hasta cierto punto. En un encuentro más o menos profundo, el trato de amistad es un entronque del hombre total, totalmente en Dios.

Mejor será invertir la idea: Dios invade totalmente el hombre entero, y cuanta más libertad permite el hombre a Dios en su territorio, más zonas abarca Dios, más regiones conquista.

Con su claridad francesa y su concreción femenina, santa Teresita nos describe el encuentro con estas palabras:
«Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de gratitud y de amor, tanto en medio de la tribulación como en medio de la alegría. En fin, es algo grande, algo sobrenatural que me dilata e alma y me une con Jesús...»

Intimidad
La palabra humana más significativa para hacernos patente la sensación de encuentro es la palabra intimidad.
Intimidad es el cruce y al mismo tiempo el resultado del cruce de dos interioridades. Todo individuo, todo «yo» es siempre un círculo cerrado y concéntrico por naturaleza. Interioridad es el resultado de un organizarse y vivir hacia dentro, en una perpetua inclinación y convergencia hacia el centro de uno mismo.

La interioridad nada tiene que ver con el egoísmo, aunque en algo se parecen.
Ahora bien, dos interioridades que se salen de su círculo concéntrico y se proyectan mutuamente, dan por resultado una tercera zona que llamamos intimidad (¿un clima?, ¿una( realidad impalpable?), un algo, una realidad psicológic aperceptible pero no explicable; otra zona distinta de las dos interioridades, de las dos personas: algo así como una tercera «persona» nacida de las dos interioridades.
Es precisamente la fecundidad de la trascendencia. Trascender es superarse. Trascender es salirse. Trascender es amar. El amor es siempre fecundo, siempre engendra.
Ahora bien, dos interioridades concéntricas que se han salido de sí mismas y se han proyectado mutuamente, «engendran» el encuentro, la intimidad. En conceptos psicológicos podemos concluir que si la oración es un encuentro y el encuentro una intimidad, la oración es la intimidad con Dios.

• * *

Lejos de permanecer en su mismidad, Dios desborda su interioridad y se nos abre de diversas maneras :Dios es «en sí mismo» y «por sí mismo»; sin embargo,se «salió» de sus «fronteras» y se derramó en las criaturas. El universo es, pues, un desbordamiento del mismo Dios.

Además, en una reacción admirable de amor, se nos descubrió, se nos «declaró» y se nos ofreció gratuitamente para formar con nosotros una comunidad de vida y amor. Dios quiere formar una familia, una sociedad, en aquella única región donde cabe la conjunción de Dios y del hombre, la región del espíritu.

Si el hombre responde afirmativamente a la invitación de Dios, ya estamos formando la comunidad de vida, com ocompañeros de vida. El encuentro presupone un clima de hogar. La Escritura explica este clima con expresiones como «habitar entre nosotros» (Jn 1,14), «haremos mansión en él» (Jn 14,23), expresiones muy hogareñas que evocan ciertos matices como calor, gozo, confianza, ternura, cosa parecida al hecho de sentirse en el interior de un hogar dichoso.
En este clima es donde nace y crece la intersubjetivi-dad; es decir, la proyección de un sujeto sobre otro en una mutua inter-acción

En una palabra: el encuentro es un vivir y profundizar interminablemente la relación interpersonal, en un clima entrañable y afectivo, vuelto el «yo» sobre el «tú», entre Dios y el hombre.

Diversidad
Debido a que cada hombre es distinto en su ser, en su sentir y en su actuar, el «trato de amistad» va adquiriendo en cada persona novedades y matices originales dentro del más diverso y admirable abanico: según los estados de ánimo, diferencia de edades, ritmos de crecimiento, disposiciones psico-somáticas, humor...

No sólo la oración de cada persona será esencialmente diferenciada, sino que la oración de una misma persona puede ir variando de una época a otra, de un tiempo a otro, incluso de un día para otro.
Una será la oración de u ntipo intelectual, otra la oración de un tipo afectivo.

La relación de cada persona con su mundo circundante es diferente. La manera de enfrentar y afrontar el mundo que lo rodea o las personas con quienes trata, es diferente en un niño, en un adolescente, en un varón, en una mujer, en un anciano.

El encuentro con su mundo circundante es diferente para un audaz y para un tímido, para un impaciente o para un sosegado. De la misma manera va cambiando el encuentro con Dios.

La madurez no depende de la edad cronológica: un golpe fuerte puede hacer madurar en un instante más que cinco años de vida.
La posibilidad de concebir pensamientos más profundos, la estabilidad emocional, la capacidad de decisión y perseverancia dependen de la edad cronológica algunas veces, pero muy a menudo dependen de causas desconocidas para nosotros.

Todos estos factores influyen decisivamenteen la calidad y en la profundidad de la oración. El fervor juvenil les parece a algunos adultos un puro sentimentalismo. Otros consideran aquel fervor —muerto ya— como la pérdida irreparable de un bello tesoro y lo echan de menos. El encuentro con Dios, como parte integrante de la vida, irá adaptándose a las disposiciones cambiantes de la persona.

La preocupación, la enfermedad, la depresión, la euforia, la simple fatiga, finalmente un «no sé qué» imponderable dificultan, imposibilitan o favorecen una u otra clase de encuentros con Dios.
Como tratar con alguien es vivir, y vivir es adaptarse, el trato de amistad con Dios irá adaptándose con dinamismo y flexibilidad a cada persona y sus circunstancias, utilizando alternadamente los medios u obstáculos, entusiasmo o aridez, inteligencia o imaginación, la devoción o la fe árida, originando formas nuevas y modalidades inesperadas en cada alma.

El trato de amistad
puede tener diferentes características: «Según los temperamentos hasta según los diversos momentos: será triste o gozoso, tierno o insensible, silencioso o expansivo, activo o impotente, oración vocal o recogimiento apacible, meditación o simplemente mirada, oración afectiva o impotencia dolorosa, elevación de espíritu u opresión de angustia, entusiasmo sublime en medio de la luz o suave abatimiento en la humildad profunda»

EJERCICIOS PRÁCTICOS
Primer ejercicio: salida y proyección

Aclaraciones
1. En este primer ejercicio, en sus tres variantes, hay una salida y una proyección. Mi atención, que es unidad integrada de todas las energías espirituales, digamos con otra palabra, mi alma, sale de sí misma, apoyada en la frase. Esto es, la frase como un vehículo que transporta mi atención y la deposita en Dios. Dicho de otra manera: al identificarse mi atención con la sustancia o contenido de la frase(al hacer mía la frase) todo yo queda en todo Dios, identificado, compenetrado

2. Es, pues, un ejercicio de quietud e inmovilidad. Como decimos, mi atención sale de mí mismo, se dirige al otro, se concentra y se fija en él y queda simplemente «ahí». Es una adoración estática. Hay un simple tú.
Ni siquiera estoy yo porque, en este ejercicio, el yo desaparece, quedando sólo el tú.

3. Al contemplar a Dios desde la perspectiva que indica cada frase, no debe haber ninguna preocupación analítica; no se trata de entender lo que dice la frase. Eso sería meditar. Ahora estamos adorando. Así, pues, mi atención se centra en Dios no analítica sino contemplativamente, esto es, posesivamente, adhesivamente (según los casos, admirativamente); como diría fray Juan de la Cruz, amorosamente.

4. Un objeto, según desde donde se le mire, aparecediferente, pero es el mismo objeto. 
En estos ejercicios, Dios aparece como eternidad, como inmensidad, como fortaleza, como descanso... El ejercitante no debe preocuparse, insistimos, de entender cómo Dios es eterno o inmenso, sino de mirarlo y admirarlo estáticamente, ahora como eterno, después como inmenso, más tarde como fortaleza... Mirarlo y admirarlo desde las infinitas perspectivas que el Señor tiene. 

 5. Si en cualquiera de estas frases siente el ejercitante que su ser descansa por completo (¿cómo decir?), que aquella frase evoca vivencias profundas, despierta riquezas insospechadas y lo colma enteramente, en ese caso quédese ahí, «eternícese», sin pasar a la frase siguiente. Si la posesividad es total, suelte la frase y pase a la adoración en silencio. Al contrario, si siente deseos de decir otras frases pasando a un estado más exultante, dé el margen máximo a la espontaneidad del espíritu.

6. Cada ejercicio (variante) debe durar unos cuarenta minutos, pudiendo extenderse cuanto se quiera

Modo de practicar
Antes de cada práctica haz esta preparación, sin olvidarque en el capítulo anterior encontrarás las diferentes maneras de silenciamiento.
  • Toma una posición orante. Nada en tu pasado: suelta recuerdos, memorias...
  • Nada en tu futuro: desliga preocupaciones, proyectos...
  • Nada fuera de ti: desliga ruidos, presencias, voces...
  • Nada fuera de este momento.Todo queda en silencio.
  • Sólo permanece un presente: yo presente a mí mismo, aquí, ahora.Tú quedas pobre, vacío, despojado, libre, conciencia pura.
  • Ahora, en la fe, haz presente a Aquel en quien existimos, nos movemos y somos, a Aquel que penetra y sostiene todo.
  • Comienza a pronunciar las frases en voz suave, tratando de vivir el Contenido de cada frase (que es El mismo): trata de sentir lo que la frase dice hasta que tu atención quede impregnada con la Sustancia de la frase.
  • Después de pronunciar la frase quédate, durante quince segundos o más, en silencio, estático, mudo, como quien escucha una resonancia, estando toda tu atención inmóvil, compenetrada posesivamente, identificada adhesivamente «con» El.

  • Una misma frase puedes repetirla muchas veces o todo el tiempo. Si una determinada frase te dice poco, pasa a la siguiente.

Regla de oro: nunca violencia; siempre calma y serenidad.
Es conveniente acabar cada ejercicio con un propósito de vida.

Primera variante
Generalmente, en esta variante no se produce corriente amorosa. Es la contemplación (adoración) del ser-en-sí-mismo, el Absoluto, el Trascendente. Dada su naturaleza, corresponde sólo mirar y admirar. Hay asombro, como quien se asoma a un mundo de inesperada grandeza.

Tú eres mi Dios.
Desde siempre y para siempre tú eres Dios.
Señor mi Dios, tú eres la esencia pura.
Tú eres sin contornos, sin medida, sin fronteras.
Tú eres el fundamento fundante de toda realidad.
Mi Dios, tú eres la realidad total y totalizante.
Tú eres profunda e invenciblemente.
Señor, tú eres la eternidad inmutable.
Dios mío, tú eres la inmensidad infinita.
Oh Presencia siempre oscura y siempre clara.
Oh eternidad e inmensidad de mi Dios.
Oh abismo insondable de Ser y Amor.
Oh mi Dios, simplemente eres.

Segunda variante
Esta variante está hecha de contrastes.
Hay que tomarconciencia de que, en estas tres variantes de salida y proyección, el yo está ausente (no aparece como centro, comoobjeto de atención), sólo el tú permanece sostenidamente presente.
El ejercitante debe dejarse arrebatar por el tú. En esta segunda variante, no obstante, hay tres expresiones en que aparece el yo. Pero sucede esto para resaltar, por contraste, el tú.

Al practicar esta variante hay peligro de movimiento mental, debido a sus contrastes conceptuales en los que la mente tiende a entregarse a la actividad analítica. Pero no debe suceder esto. Al contrario, el ejercitante debe tomar la actitud contempladora de quien mira un paisaje de luces y sombras, pero no se fija primero en las luces y luego en las sombras sino que lo hace de un golpe.

Debe hacer lo mismo que el que admira un cielo de fuertes contrastes (arcoiris, nubes amenazantes, fragmentos de azul), pero todo es contemplado en una mirada totalizadora.
Hecha la preparación, ejercítese de la manera antes indicada, acabando siempre con un propósito de vida.

Tú eres presente sin pasado.
Mi Señor, tú eres la aurora sin ocaso.
Tú eres principio y fin de todo, sin tener principio ni fin.
Dios mío, eres proximidad y distancia.
Tú eres quietud y dinamismo.
Tú eres inmanencia y trascendencia.
Estás en las altas estrellas, estás en el centro de mi ser.
Dios mío, tú eres mi todo, yo soy tu nada.
Señor, tú eres la esencia pura, sin forma ni dimensión.
Oh mi Dios, eres la Presencia escondida.
Tú «eres» mi yo,más «yo» que yo mismo.
Oh profundidad de la esencia y presencia de mi Dios.
¿Quién sois vos y quién soy yo?

Tercera variante
En esta variante seguimos con la presencia sostenida de un tú, dentro de las mismas coordenadas: salida y proyección. Aquí, sin embargo, Dios no es tanto en-sí-mismo sino mucho más para mí.

Existe, pues, una mayor proximidad y, por consiguiente, la relación (adoración) es mucho más amorosa.

No obstante el énfasis atencional ha de ponerse en el tú.

Puede suceder que el ejercitante tenga la impresión de estar perdiendo el tiempo. Tiene que tomar conciencia de estar ejercitándose en prácticas profundamente transformantes. Me explico: todos los temores, ansiedades y rencores nacen del estar la persona apoyada y agarrada a su «yo».

Al agarrarse a su «yo», creyendo darse seguridad, se da inseguridad. El efecto inmediato y vivo que experimenta el hombre en la adoración es que el «yo» es asumido por el Tú y, como consecuencia, nace la sensación de seguridad.

Ejercítese tal como se señalaba antes.

Señor, tú me sondeas y me conoces.
Tú me penetras, me envuelves, me amas.
Tú eres mi Dios.Señor, mi Dios, tú eres mi descanso total.
Mi Dios, sólo en ti siento paz.
Señor, sólo en ti descansa mi alma.
Mi Dios, tú eres mi fortaleza.
Señor, tú eres mi paciencia.
Señor, tú eres mi seguridad.
Señor mi Dios, tú eres mi alegría.
Señor, Tú eres la Hermosura.
Tú eres la Mansedumbre.
Padre mío, tú eres mi dulcedumbre y ternura.
Tú eres nuestra Vida Eterna, grande y admirable Señor.



Ejercicios transformantes

En este ejercicio hay mucho movimiento mental. La atención se bifurca en dos direcciones: tú y yo.

Hay, además, en esta práctica, actividad imaginativa. Conjugamos el verbo «sentir» así, entre comillas, como sinónimo de concentrarse: siento que tengo una mosca en la frente, siento que el suelo está frío, siento que los dedos están juntos, siento en la sien los latidos del corazón...

Hay, además,en esta práctica, actividad imaginativa. Conjugamos el verbo «sentir» así, entre comillas, como sinónimo de concentrarse: siento que tengo una mosca en la frente, siento que el suelo está frío, siento que los dedos están juntos, siento en la sien los latidos del corazón...En cada sentir se centraliza la atención.

Sentir es diferente que pensar, se parece a imaginar; exactamente equivale acentrar la atención.

Primera variante
Para practicar este ejercicio, no olvide el ejercitante ante todo las prácticas preparatorias arriba indicadas. En seguida, en cada frase tiene que sentir cómo Dios va entrando en su cerebro, corazón, entrañas; sentir cómo el Señor asume los deseos más secretos, la masa de los pensamientos, apaga las llamas de las aversiones; sentir cómo borra las manchas, lava las impurezas... Y, al final, soltando los remos, déjese llevar por el impulso: ¿Qué quiere de mí?
Hágalo todo lentamente.

Mi Dios y Señor, entra dentro de mí.
Entra y ocupa hasta las raíces de mi ser.
Señor, tómame por completo.
Tómame con todo lo que soy,lo que tengo,lo que pienso,lo que hago.Acoge mis deseos más secretos.Tómame en lo más íntimo de mi corazón.
Transfórmame en ti por completo.
Libérame de resentimientos, opresiones,rencores.
Retira todo eso, llévalo.
Lávame enteramente.
Borra todo, apaga las llamas.
Deja en mí un corazón puro.
¿Qué quieres de mí? Haz de mí lo que quieras.
Yo me abandono en ti.

Segunda variante
Vamos a imaginar que el ejercitante está en un tiempo fuerte de varias horas. Supongamos que tiene problemas en su familia, en la fraternidad, en el trabajo: conflictos con personas, situaciones que le disgustan, acontecimientos que resiste. Necesita perdonar; necesita aceptar, y es preciso hacerlo todo en Dios.

Colocado en espíritu de fe, y una vez que entró a fondo en la comunicación con el Señor, el ejercitante debe bajara la vida con su Dios «a la derecha», presentándose mentalmente en su hogar, en la fraternidad..., afrontar a aquella persona, perdonarla, comprenderla, amarla en la presencia del Señor; asumir aquella situación con un «¿qué quieres de mí?»; aceptar tal limitación con un «yo me abandono en ti».

Ore de esta manera, intensamente y con efectos libertadores hasta que se sienta sano, fuerte, sin miedo y lleno de paz.Para practicarla, puede servirse de las frases del ejercicio anterior. Puede, también, dejarse llevar de la inspiración, inventando otras expresiones. Acabe siempre con un propósito concreto de vida.

Ejercicio visual
Consigue una estampa expresiva, a ser posible con la imagen de Jesús, una imagen evocadora de impresiones fuertes: fortaleza, intimidad, paciencia...

  • Toma una posición orante.
  • Coloca la estampa en tus manos.
  • Haz los ejercicios de silenciamiento antes indicados.
  • Durante breve tiempo quédate simplemente mirando la efigie. Luego, durante unos cuatro minutos, con tranquilidad concentración y sin preocupación analítica, trata de captar como intuitivamente las impresiones que esa imagen te sugiere.
  • En el tercer momento, con suma tranquilidad y sin violencia, trasládate mentalmente a la imagen, como si fueras esa imagen o estuvieras en el interior de ella. Y, reverente y quieto, trata de hacer tuyas las mismas impresiones que la imagen te evoca. Esto es, identificado con aquella figura, permanece como impregnado de los sentimientos de Jesús que expresa la estampa.
  • Mantente así largo tiempo.Y, con este clima interior, trasládate mentalmente a tu familia o lugar de trabajo, imagina situaciones difíciles. Supéralas mentalmente con los sentimientos de Jesús.

Ejercicio auditivo
  • Escoge un lugar solitario.Toma una posición cómoda y una actitud orante.
  • Construye el silencio: suelta recuerdos del pasado; suelta las preocupaciones del futuro. 
  • Deslígate de los ruidos y voces que escuchas a tu alrededor.
  • Quédate en un presente simple, puro y despojado: sólo yo conmigo mismo.
  • Entra lentamente en el mundo de la fe.
  • Toma una frase muy breve, a ser posible una sola palabra, por ejemplo ¡Señor , o ¡Jesús , o ¡Padre , o alguna otra expresión.
  • Comienza a pronunciarla suavemente cada diez o quince segundos. Al pronunciarla, haz tuya la frase, esto es, el Contenido de la palabra, hasta que todas tus energías atencionales se identifiquen, impregnadas, con la Presencia o Sustancia de la frase. 
  • Hazlo con suma tranquilidad y calma. 
  • Comienza a percibir cómo todo tu ser se puebla de esa Presencia,comenzando por el cerebro, los pulmones, el corazón,  y regresa a la vida lleno de Dios.

Ejercicios de imaginación
Hay personas a quienes les resultan muy eficaces las siguientes maneras de orar:

Primera variante
Supongamos que el cristiano tuvo, en tiempos pasados, una altísima experiencia de Dios en un lugar concreto, del cual se halla lejos actualmente.
Retírese con la imaginación a aquel lugar con la mayor viveza posible. Vuelva a revivir aquel lugar, sea una capilla, una loma, un cerro o un río, reviviendo todos los detalles: escuchando el viento, el rumor de los árboles, sintiendo la calidez o frescor del aire, aquella claridad, penumbra u oscuridad...Y así, en la fe, en este momento trate de revivir aquella fuerte presencia de Dios de antaño.

El recuerdo de experiencias profundas alimenta durante largos años la oración de muchas personas, sobre todo en los momentos de aridez.

¡Cómo reconforta regresar a los momentos de alegría que se han vivido con el Señor
Acabe con un propósito de vida.

Segunda variante
Después de las debidas preparaciones, fomente el ejercitante en su interior una actitud profunda de fe y recogimiento. Imagine a Jesús en adoración, en la montaña, de noche, bajo las estrellas. Con infinita reverencia imagine estar en el interior de Jesús, para vivir lo que Jesús vivía.

¡Qué sentimientos de admiración y adhesión experimentaría Jesús por el Padre ¡Cómo sería aquella mezcla de devoción, veneración y ofrenda que Jesús sentiría por el Padre ¡Aquellos deseos de agradarle, de serle fiel, de hacer de su vida una ofrenda oblativa ¡Aquella actitud de sumisión ante la voluntad del Padre

Trate de hacer suyo todo eso, en la fe. Asuma el corazón de Jesús con todos sus sentimientos.

Regrese a la vida y sea portador e irradiador de los sentimientos de Jesús, y transfigure el mundo.

Tercera variante
Siguiendo el movimiento pulmonar, cada vez que expires el aire de tus pulmones pronuncia el nombre de Jesús con diferentes actitudes o sentimientos que señalo a continuación.
Por ejemplo, cada cinco minutos repite la fórmula de fe: Jesús, creo en ti.

Hazlo de tal manera que todo tu ser, incluso el cuerpo, participe de esa actitud. Luego, durante otros cinco minutos repite (al expirar el aire): Jesús, confío en ti.
Durante otros cinco minutos: Jesús, misericordia.
Más tarde: Jesús, me entrego a ti.

Y así sucesivamente di expresiones que indican adoración, abandono... durante unos cuarenta minutos.
Consigue lentamente que tu alma, cabeza, corazón, pulmones... se llenen de la presencia de Jesús, con el cual bajarás después a la vida. Acaba con un propósito de vida.

Cuarta variante
Para fomentar sentimientos de gratitud, vuelve a vivir un acontecimiento concreto que, en el pasado, te causó gran alegría, sintiendo ahora, si es posible, alguna vibración de aquella misma alegría.
Trata de ponerte en las «armónicas» de Jesús cuando dijo: «Gracias, Padre mío, por haberme escuchado.»

Y, con Jesús, agradece y aclama al Padre. Regresa a un acontecimiento desagradable de tu pasado reciente. Revive esa experiencia sin temor. Luego, imagina a Jesús ante Pilato o Herodes, despreciado, golpeado.

Observa su entereza y admira su serenidad. 
Trata de reproducir (frente al recuerdo de aquel hecho desagradable) en tu interior esa presencia de ánimo, y, con Jesús y como Jesús, asume ese hecho con la misma dignidad y paz