Muéstrame tu rostro Cap 3-3: Ejercicios Prácticos de abandono

 

Aceptación de los progenitores

Generalmente los hijos son demasiado exigentes para consus padres, como si éstos tuvieran la obligación de ser seres perfectos. Este concepto (prejuicio) viene desde la épocade la infancia, en la que el niño mitifica fácilmente a lospadres. Hay historias concretas cuyo recuerdo les causa a loshijos un sentimiento de aversión respecto de los padres.
Estos, con frecuencia, carecen de belleza , inteligencia, éxito económico, personalidad creativa.

Por todo lo cual, a los hijos, a veces, les nace un sentimiento como de complejo de tal manera que muchos sienten vergüenza de que sus amigos conozcan a sus progenitores.

 Otras veces los padres tienen defectos de personalidado una determinada conducta incorrecta: todo lo cual causa a muchos hijos indignación mal disimulada y difícilmente perdonan aquellos defectos. 

Hay también quienes sienten rechazo por el hogar enque nacieron y crecieron, un hogar económicamente tan pobre, sociológicamente tan insignificante. Este conjunto de rechazos hace que muchas personas arrastren, a lo largo de su vida, una corriente subterránea, latente pero palpitante, de frustración y resentimientos generalizados.

Por eso, a veces, nada les alegra y no saben por qué; todo les entristece y no saben por qué; en cualquier momento sienten despecho frente a la esfera total de la vida y no saben por qué.

La explicación es ésta: aquella corriente latente aflora, sin darse cuenta estas personas, al primer plano en forma derivada de insatisfacción y de otras formas de violencia.

Muchos cristianos, para su encuentro con Dios, necesitan reconciliarse profundamente con las fuentes de la vida.

Colócate en la presencia de Dios. Déjate compenetrar por el Espíritu del Señor. Lentamente ve quedándote encalma y paz. Haz presentes, mentalmente, a tus progenitores. Especialmente trae a tu memoria aquellas historias o rasgos depersonalidad que te causan aversión. Si tus padres ya fallecieron, hazlos surgir en tu mente como si estuvieran vivos. Repite varias veces las palabras de esta oración hasta experimentar paz y una completa reconciliación:
¡Padre mío, me abandono en ti En este momento acepto con paz y amor a mis padres, con sus defectos y limitaciones.
Si alguna vez sentí secreta aversión en contrade ellos, quiero reconciliarme por completo ahora mismo.
Padre Santo, delante de ti quiero aceptarlos tal como son. Si ya han fallecido, surja desde la sepultura su recuerdo sagrado y bendito.

En tu presencia y de tus manos los recibo hoy,  los abrazo y los amo con gratitud y cariño. Los acepto profunda y totalmente en el misterio d etu voluntad, porque tú los constituíste como fuente demi existencia. Gracias por el regalo de mis padres. Hágase tu voluntad. Me abandono en ti. Amén.
Aceptación de la figura física
Nuestras enemistades, respecto de nosotros mismos, comienzan por la periferia. Hay personas que hicieron de suvida una profesión de disparar y destruir. Es que había en sus almacenes una excesiva. acumulación de energía reactiva, originada por el rechazo permanente de sí mismos,comenzando por la figura física, y necesitaban descargarla.
Alimentaron una no declarada «enemistad» en contrade su color, estatura, ojos, cabello, dientes, peso y otras partes de su anatomía. Sienten vergüenza de ser así. Experimentan inseguridad general.

Atribuyen el fracaso de su vida a la carencia de atributos físicos.Esta antipatía contra sí mismos es ridicula por artificial. Se constituyen en víctimas y verdugos de sí mismos,lo cual es la actitud más insensata. Hay que despertar de estas locuras y tomar conciencia de la palabra de Jesús: ¿Quién, preocupándose, puede añadir un centímetro a su estatura? Esta observación debe ser aplicada a la esfera total de la morfología. En esta esfera poco o nada podemos cambiar.
Entonces, ¿para qué resistir? 

En la reconciliación general consigo mismo, muchas personas necesitan hacer un acto profundo y reiterado de aceptación de su figura física, con sentimiento de gratitud. Colócate en la presencia del Señor. Quédate en completa calma. Ve tomando conciencia y deteniendo expresamente tu atención en cada miembro con el que estás «enemistado». Al decir la siguiente oración, siente cariño por cada miembro rechazado, uno por uno, nominalmente, detenidamente.

Siéntelos como partes integrantes de tu identidad personal. Repite muchas veces la oración hasta llegar a sentir gratitud y gozo por haber tenido la suerte de vivir, gracias aese cuerpo.
¡Padre mío: me abandono en ti Muchas veces he sentido vergüenza contra esta figura mía. Alimenté dentro demí guerras inútiles, resistencias artificiales. Fueron locuras. Después de todo, rechacé un regalo tuyo. Perdona mi insensatez y mi ingratitud. En este momento quiero reconciliarme conmigo mismo,con esta figura. De ahora en adelante nunca jamás sentiré tristeza de ser así.Ahora mismo acepto, con gratitud y amor, esta figura que es parte de mi personalidad. Una por una, amo yacepto cada parte de mi cuerpo... Hágase tu voluntad. Me abandono en ti. Amén.
Aceptación de la enfermedad, la vejez y la muerte
Son tres negros corceles que arrastran al hombre por un plano inclinado hacia el fondo del abismo.
Son tres fieras que aprietan en la garganta del hombre hasta asfixiarlo.

Lo mismo que el día está a las puertas de la noche, de la misma manera todo lo que comienza está destinado a terminar. Y todo lo que nace, muere; pasando normalmente por la antesala de la enfermedad o de la vejez. Al llegar a este mundo, el hombre levanta la cabeza, abre los ojos y se encuentra con el telón de fondo que yanunca desaparecerá de su vista: la muerte. Se siente esencialmente limitado y destinado a morir. De ahí nace la angustia. La única manera de vencer la angustia es abandonando toda resistencia y aceptando las fronteras inquebrantables, entregado en las manos del Padre, que organizó así la existencia.

* * *

Se vive una sola vez. Cómo nos gustaría hacer esta única excursión con plena sensación de bienestar y salud. Sin embargo, las enfermedades acechan al hombre como viejas sombras en cualquier esquina, esperando cada una su turno: desaparece una para aparecer otra, desaparece ésta y aparece otra, en una incesante rueda voltaria. Total: siempre hay en qué gastar y de qué preocuparse: médicos, medicinas, régimen alimenticio.
Tantos años en pie de guerra contra tal enfermedad que tanto me limita, y hoy estoy peorque nunca. Y es muy probable que tal molestia me acompañe hasta mi caída final.

En la travesía de la vida, es la enfermedad una de las más sensibles limitaciones. Y es el abandono el remedio más eficaz y, quizá, el único que nos pueda librar de la tristezaque normalmente producen las enfermedades.

El problema de la enfermedad no es el desequilibrio biológico sino la resistencia mental. Lucharé, pues, con todos los medios para estar sano: cambiaré de médico, me el régimen alimenticio, buscaré medicinas más eficaces.

Pero si aun así los resultados de mis esfuerzos son negativos, los acepto, desde ahora, entregado a mi Padre. A la hora dela lucha estoy yo; a la hora de los resultados está el Padre:este último es el momento del abandono. En resumen: lucha en cuanto al esfuerzo, abandono en cuanto a los resultados. Lucha con abandono. Hágase tu voluntad Se le podría llamar la parábola biológica.

Se nace. Se escala el firmamento azul hasta el cénit; comienza la declinación, se va bajando y bajando hasta desaparecer por completo.
Entre la enfermedad, la vejez y la muerte, el peor trago es el de la vejez, porque es en la ancianidad cuando se «vive» la muerte
 La vejez es la sala de espera de la muerte. En sí misma, la muerte es vacía e insustancial. Es en la ancianidad cuando se «llena» ese vacío con fantasías y temores.
La muerte es la despedida total. Pero es en la ancianidad donde y cuando el hombre se va despidiendo lentamente de todo.

Mejor, todos los bienes van abandonando al anciano: el vigor, la belleza, la salud, las diferentes potencialidades hasta que se transforma en un ser inútil para todo y carente de todo bien.

Sí. La muerte es «vivida» en la ancianidad.
 Las enfermedades y el desgaste general van enroscándose como serpientes vivas al cuello del anciano. 
Uno vivía tan feliz. Y de repente aparecen las canas, se pierde la vista; cada año que pasa es un nuevo paso hacia el desenlace. Y en el momento menos pensado nos hallamos en el umbral mismo.
Ante tanta limitación, el cristiano debe ejercitar de manera frecuente y profunda su actitud de abandono, aceptando el misterio doloroso de la vida y su curva biológica. Laslimitaciones aceptadas lanzarán al cristiano en los brazos del Infinito; la temporalidad aceptada, en los brazos del Eterno.La angustia se trocará en paz.

Y ahora, sí, podremos ser sembradores de la paz.Toma una posición recogida. Practica algún ejercicio depacificación. Haz presente al Señor en la fe. Centra la atención en tus actuales enfermedades, o en las que más te preocupan o temes. Deten tu atención en cadauna de ellas; acepta, en el misterio de la voluntad del Padre, una por una, lentamente, cada una de las dolencias hasta que los temores desaparezcan y llegues a experimentar una paz completa.

Imagínate en los últimos años de tu vida: marginado e inútil para todo. Y al rezar la siguiente oración, experimenta el amor oblativo en este sentido: porque el Padre organizó así la vida, acepto en el amor del Padre el inevitable descenso, el misterio doloroso de la curva biológica, la incapacidad para todo y la espera de la muerte.Haz lo mismo con la muerte. Imagínate estar en vísperas de la partida.

Como Jesús, abandónate una y otra vez. No resistas. Déjate llevar. Acepta la voluntad del Padre que, en su sabiduría, organizó de esa manera la vida. Imagina que la muerte es como un torrente que atraviesas llevado en los brazos de tu Padre.
¡Padre mío: me abandono en ti. Tanta limitación me causa tristeza y me dan ganas de protestar. Pero no. Porque te amo, cierro la boca, quedo en silencio, acepto en paz el misterio doloroso de la vida que es el misterio de tu voluntad.
Dios mío, lucharé con todos los medios para estar sano, pero si los resultados son negativos, ¡no resisto más!
Desde ahora me abandono en ti. Lo acepto todo. Estoy dispuesto a todo.

Una por una acepto con amor, Dios mío, las dolencias que en este momento me aquejan. Acepto con paz los días de mi ancianidad, la limitación completa y la incapacidad para todo.
Acepto que la vida sea así porque tú así la organizaste. Hágase tu voluntad.

¡Padre mío ¿Qué está escrito en tu libro sobre mi final: muerte con agonía lenta? Dame fuerzas para no resistir y para pronunciar mi «¡hágase ». ¿Qué está escrito: muerte repentina o violenta? Cierro la boca para decirte con mi silencio: si así está escrito, si así va a suceder,¡está bien
Hágase tu voluntad. Acepto. Estoy dispuesto a todo.En tus manos entrego mi vida y mi muerte. Amén.
Aceptación de la propia personalidad
De repente amanecemos sobre el mundo y nos encontramos con que todo, casi todo, está determinado. No tenemos nada que escoger. Con lo que nos han puesto encimatenemos que correr una carrera. A algunos les tocó un corccl dócil y veloz. A otros, un caballo lerdo. A otros, un potro indómito. Todos tenemos que atravesar el circo necesariamente.
El manantial donde nacen las frustraciones más profundas es el propio condicionamiento personal. La desgracia másgrande es sentir vergüenza de sí mismo. La tristeza más triste es el sentir tristeza de ser uno así, sin poder remediarlo.

De esta manera puede el hombre comenzar a rodar por una pendiente insana y suicida.La gente sufre horriblemente consigo misma y no sabe por qué. Todo es sumamente sutil porque esta sombría frustración nace en los niveles más remotos de ia personalidad. Generalmente las gentes no tienen conciencia de lo que sucede y por qué sucede.

Tampoco tienen capacidad analítica. Sufren instintiva y confusamente. Y aunque un analista las ayudara a descubrir las raíces, no adelantaríamos nada porque quedamos con las heridas al rojo vivo sin posibilidadde una terapia sanadora. El hombre hubiera querido disponer de un elevado coeficiente intelectual. Y lo que sucedió fue otra cosa.

Este sujeto, cuando todavía era un niño de escuela, por un vago presentimiento y por la deducción de lo que oía a su derredor, llegó instintivamente a la conclusión de que, en este mundo, sólo los hombres inteligentes triunfan. Y como nuestro niño ocupaba los últimos lugares de la escuela, se convenció de que él nunca triunfaría en nada y de que pasaría por el mundo como una mediocridad.

Y ya desde entonces el fracaso se hizo presente a sus puertas, aun antes de emprender la carrera. Avergonzado de sí mismo, resentido por tanta limitaión intelectual, este hombre, desde niño, se dejó arrastrar de manera inconsciente y confusa por toda clase de complejos.

Permitió que en su suelo naciera, creciera y lo inundara todo la roja planta del rencor contra sí mismo. Hoy es un hombre amargado, que lleva a flor de piel una carga de dinamita para disparar contra cualquiera.
Sin embargo, los hontanares más caudalosos están en otro lugar.

El hombre se da cuenta de que su conducta no corresponde a sus ideales sino que ella le llega desde vertientes desconocidas, impulsada por fuerzas ancladas en el fondo vital. Los impulsos no obedecen a sus deseos. Hace lo que no quiere y deja de obrar lo que le gustaría hacer.

Hubiera querido tener un temperamento alegre y, frecuentemente, se apoderan de él pesadas melancolías: nada le alegra, todo le entristece. Y esas manías depresivas, que le duran largos períodos, vienen a ser como sombras que nadie consigue ahuyentar. Hubiese querido ser equilibrado y con frecuencia se deja llevar por accesos neuróticos. 
Quisiera ser suave y es agitado. Quisiera ser humilde y es orgulloso. Quisiera ser puro y es sensual.
Siente envidias y sufre. Siente rencores y sufre. Quisiera ser encantador y no puede. Es tímido y sufre impulsos de fuga y miedo a todo. Es de una sensibilidad enfermiza, y lo que tiene el tamaño de una aguja lo siente como herida de una espada. Para una sola vez que se vive, tener que cargar a cuestas tan pesado andamiaje es cosa triste.

Así como uno se quita un vestido y se pone otro, ¿por qué no podríamos hacer lo mismo con esta indumentaria?
Si el cristiano quiere llegar a la alta intimidad con el Señor, necesita ejercitarse en el abandono hasta llegar a unaprofunda reconciliación con toda la esfera de su personalidad.»

Toma una posición cómoda. Ejercítate en las prácticas de relajación. Déjate envolver por la presencia del Señor.
En una tranquila introspección, ve tomando conciencia de los rasgos de personalidad que más te duelen por lo contradictorios y negativos.
Ve aceptando una por una las cosas que no te gustan, y que quisieras cambiar y no puedes. Imagínate a ti mismo cargando a cuestas la cruz de tu personalidad. Sigue imaginando que este vía crucis de tu vida, Jesús, como un cirineo, arrima el hombro para ayudarte a llevar la cruz de tu personalidad

Repite muchas veces la oración, aplicándola a cada rasgo. Perdónate muchas veces a ti mismo. Ve depositando todos los aspectos de tu personalidad, uno por uno, como ofrenda de amor, en las manos del Padre hasta experimentar la más completa reconciliación.
¡Padre mío: me abandono en ti En tus manos me entrego con lo poco que soy. Acepto y amo esta pequeña luz de mi inteligencia. En tu voluntad acepto y amo el misterio de mis limitaciones. No quiero sentir más tristezas por mi insignificancia. Te doy gracias por haberme hecho capaz de pensar que pienso. Gracias por la memoria.

En tus manos, Padre mío, me entrego con lo poco que soy. Durante muchos años almacené rencor y frustración contra mi modo de ser. ¡Sentía en mí tanta melancolía y depresión, tanta timidez y orgullo Dios mío, yo no escogí hada de esto. Depositaron en mis hombros un apesada cruz. No me gusta este mi modo de ser. Pero no puedo desprenderme de él como quien se desprende de una ropa.
Dios mío, no quiero más guerras interiores; quiero paz y reconciliación.
En tu amor acepto y amo esta extraña y contradictoria personalidad. Hágase tu voluntad. En tu amor aceptoy amo tantas cosas de mí mismo que no me gustan, una por una, lentamente... Jesús, sé tú para mí el buen cirineo que me ayude a llevar mi cruz. Gracias por la vida. Gracias por el alma. Gracias por mi destino eterno. Padre mío, me abandono en ti. Amén.
Aceptación de los hermanos
Los mismos muros que separan a los hermanos entre síson también los muros de interferencia entre el alma y Dios. Es locura soñar en conseguir una alta intimidad con el Señor, si el alma está en pie de guerra contra el hermano.Cuando Dios levanta la mirada sobre el hombre, el primer territorio que el hombre siente desafiado es el de lafraternidad, con una sorprendente pregunta: ¿Dónde estátu hermano?

Es imposible la unión transformante si el cristiano lleva víboras escondidas entre los pliegues, como estiletes para las peleas fraternas. La armonía fraterna está entretejida con una constelación de exigencias fraternas como respetar, comunicarse, dialogar, acoger, aceptar... Pero hay una condición primera eimprescindible: perdonar. Urgentemente necesitamos la paz.

Sólo en la paz se consuma el encuentro con Dios. Y sólo por el perdón viene la paz. Aquí, cuando hablamos de aceptar a los hermanos, lo entendemos exclusivamente en el sentido de perdonar. Perdonar es abandonar el resentimiento contra el hermano. Con el acto de abandono se deposita en las manos del Padre la resistencia, al hermano y. a mí mismo en un único acto de adoración, en el que y por el que todos somos uno.

Perdonar es extinguir los sentimientos de hostilidad como quien apaga una llama, como homenaje de amor oblativo al Padre.

Existe un perdón intencional
En este caso, el cristiano perdona de verdad pero con un perdón de voluntad. Uno quiere perdonar. Querría arrancar del corazón toda hostilidad y no sentir ninguna malevolencia. Se perdona sinceramente pero se trata del caso de los que dicen: Perdono perono puedo olvidar. Este perdón es suficiente para aproximarse a los sacramentos, pero no cura la herida.

Existe también el perdón emocional.
Esto no depende de la voluntad porque la voluntad no tiene dominio directo sobre el mundo emocional. La hostilidad tiene hundidas sus raíces en el fondo vital instintivo. El perdón emocional sana las heridas.

Hay tres modos de conceder el perdón emocional.
El primero se da en estado de oración con Jesús.
Toma una posición de oración. Paso a paso ve calmándote. Concéntrate. Evoca, por la fe, la presencia de Jesús.Cuando hayas entrado en plena intimidad con él, evoca elrecuerdo de tu hermano «enemistado».

Lentamente, durante unos treinta minutos, tratando de sentir cada palabra, di esta oración
Jesús, entra dentro de mí, hasta las raíces más profundas de mi ser.
Jesús, toma posesión de mí. Calma este mar de emociones adversas. Jesús, acepta mi corazón con todas sus hostilidades. Arráncalo y sustituyelo por el tuyo. Jesús, quiero sentir en este momento lo que tú sientes por aquel hermano. Perdona tú dentro de mí. Perdónale tú en mí, y por mí. Sí, Jesús, quiero «sentir» los mismos sentimientos que tú tienes por aquel hermano. Quiero perdonarlo, Jesús, como tú perdonas. En este momento yo quiero «ser» tú. Quiero perdonarlo como tú. Quiero perdonarlo..
Imagina cómo desaparece la oscuridad en presencia dela luz. Así, siente cómo ante la presencia de Jesús los rencores se esfuman. Siente cómo la paz, como aire fresco,entra y llena tu alma. Imagina cómo, en este momento, teaproximas a tu «enemigo» para abrazarlo.

Cuando la herida queda sanada y nunca vuelve a abrirse,es señal de que el perdón emocional fue un don del Espíritu, una gratuidad extraordinaria e infusa.
Normalmente, sin embargo, después que haya pasado ese momento de intimidad con Jesús, lo probable es que vuelvas a sentir aversión contra aquel hermano, aunque menos intensa. No olvides que cualquier herida necesita muchas sesiones para sanar por completo.

Puede suceder también otra cosa. Has perdonado. El rencor, al parecer, se apagó por completo. De repente, sin embargo, después de mucho tiempo, al amanecer una mañana cualquiera, no se sabe cómo ni por qué, vuelve todo: de nuevo se levantan, altas y vivas, las llamas de la malevolencia.
Es tan desagradable sentir otra vez la fiebre, cuando vivías tan libre y feliz...No te asustes ni te impacientes.
Las emociones no dependen de la voluntad. Vuelve a repetir actos de perdónen la intimidad con Jesús y, lentamente, acabarán curando completamente tus llagas.

El segundo modo de perdonar emocionalmente es comprendiendo
Si comprendiéramos, no haría falta perdonar. Piensa en tu «enemigo». En cuanto tu atención esté fija en él, aplícale las siguientes reflexiones. Fuera de casos excepcionales, en este mundo nadie actúa con mala intención, nadie es malo.
Si él me ofendió, ¿quién sabe qué le contaron? ¿Quién sabe si estaba pasando una grave crisis? Lo que en él parece orgullo es timidez. Su actitud para conmigo parece obstinación pero eso tra cosa: necesidad de autoafirmación. El pobre se siente tan poca cosa... A veces su conducta me parece agresiva; en realidad se trata de golpes secos para darse a sí mismoseguridad. Si es difícil para mí, mucho más difícil es para él mismo.

Si con ese su modo de ser sufro yo, mucho más sufre él mismo. Si hay una persona en el mundo que desea no ser así, esa persona no soy yo, es él mismo. Le gustaría ser constante y es versátil. Le gustaría ser encantador y es antipático. Le gustaría vivir en paz con todo el mundo y siempre está en conflicto con todos. Le gustaría agradar a todos y no lo consigue. El no escogió ese modo de ser. Después de todo esto, ¿tendrá el «enemigo» tanta culpabilidad? ¿Qué sentido tiene el irritarse contra un modo de ser que él no escogió? No parece repulsa sino comprensión. A fin de cuentas, ¿no seré yo el equivocado y elinjusto con mi actitud y no él? ¿No pedimos todos los días la misericordia del Padre?

Si supiéramos comprender, el sol de la ira declinaría,y la paz, como sombra bendita, ocuparía nuestras estancias interiores.

El tercer modo de perdonar es desligándose.
Se trata de un acto de dominio mental por el que uno desliga y desvía su atención. El sentimiento de malevolencia es una corriente emocional establecida entre mi atención y mi «enemigo». Por mi parte, es una resistencia atencional y emocional lanzada contra él.

Perdonar consiste, pues, en interrumpir o desligar ese vínculo de atención agresiva, quedar yo atencionalmente desligado del otro, y en paz.
En este modo de perdón se puede ejercitar en cualquier momento. No hace falta tomar una actitud recogida.

Cuando adviertas que estás dominado por el recuerdo del otro, haz un acto de control mental y desliga su atención: simplemente corta ese vínculo de atención. Vacíate interiormente suspendiendo por un instante tu actividad mental. Luego comienza a pensar en otra cosa y vuela con tu mente en cualquier dirección. Aprovecha toda oportunidad para repetir este ejercicio de perdón. Pronto sentirás que ya no te molesta el recuerdo de aquella persona.

Aceptación de la propia historia
¡Los archivos de la vida!
Solemos decir que la historiaes un campo de batalla cubierto de hojas muertas. Muchas personas, sin embargo, llevan vidas atormentadas porque siempre están con la mirada vuelta hacia atrás, y fija precisamente en las rojas heridas. La desgracia de mucha gente es que reviven las páginas muertas, reabren viejas cicatrices que nunca dejan sanar del todo. Llevan una vida triste porque rememoran hechos precisamente tristes. Sus propios archivos son el surtidor más abundoso de resentimiento.

Como hemos explicado más arriba, el tiempo no vuelveatrás ni un instante. Los archivos constan de hechos consumados que nuestros rencores y lágrimas jamás alterarán. El hombre puede vivir, repetimos una vez más, dándose degolpes de cabeza contra las murallas inalterables de los hechos consumados, en un estado de alucinante locura, quemando inútilmente tanta energía
El cristiano necesita ejercitarse frecuente y profundamente en esta purificación: en aceptar una y cien veces, en la fe, las historias dolorosas que el Padre permitió.

Toma una postura recogida. Colócate en la presencia del Señor, y consigue un estado de intimidad con el Padre.
Haz lentamente una introspección y una retrospección, zambulléndote en las páginas de tu historia. Uno por uno, ve aceptando los recuerdos dolientes en el amor del Padre,con un «me abandono en ti».
Comienza desde la época de la infancia. Ve escalando tu vida: adolescencia, juventud, edad adulta... Aquellas personas que influyeron tan negativamente.

Aquella crisis de la adolescencia. Aquel hecho, en sí mismo insignificante, pero que me marcó tanto. Las primeras enemistades declaradas. El primer fracaso. La primera equivocación que tanto lamenté después. Aquella persona que nunca me compredió, por lo menos no me apreció. Aquel grupo de presión, capitaneado por aquel amigo que luego me traicionó: me combatieron para derribar unprestigio que tanto me costó levantar. Aquella crisis afectivaque sacudió el proyecto de mi vida. Aquel fracaso, y aquel otro. Aquel descalabro en la economía doméstica. Aquellos proyectos que se vinieron al suelo ya sabemos por culpa de quién. Aquella actitud arbitraria e injusta de aquel grupo. Aquella situación de pecado, cuyo remordimiento aun ahora no me deja en paz. Aquellos ideales que no pude realizar...

Ve asumiendo todo en la fe y extiende sobre el campo de batalla la paz del abandono. 
Señor de la historia, Dueño del futuro y del pasado, me abandono en ti. Para ti nada es imposible. Permitiste que todo sucediera así. Hágase tu voluntad. Porque me amas y te amo, extiendo mi homenaje de silencio sobre todas las páginas de mi historia.

En este momento asumo, en el misterio de tu voluntad, todos los hechos cuyo recuerdo me molesta. Uno por uno, como rosas rojas de amor, quiero depositar en tus manos todos los acontecimientos dolorosos desde la lejana infancia hasta este momento.
A tus pies dejo también la carga pesada de mis pecados.
Envía a tu ángel para que transporte ese fardo negativo y lo sepulte para siempre en el fondo del mar. Y que yo nunca me acuerde de eso.Acepto con paz el hecho de querer ser humilde y nopoder.
Acepto con paz el hecho de no ser tan puro com oquisiera.
Acepto con paz el hecho de querer agradar a todos y no poder.
Acepto con paz el hecho de que el camino hacia la santidad sea tan lento y difícil...Acepta, oh Padre, el holocausto de mi corazón. Amén
.
Radiografía del abandono
Voy a hacer a continuación una descripción imaginaria, para explicar cómo la vivencia del abandono da por resultado la paz y la liberación.

El otro día tenía un compromiso importante. Apreté los codos y me preparé esmeradamente. Estuve más torpe que nunca. Me abandoné en las manos del Padre diciendo: «Padre mío, hágase tu voluntad.» La decepción se me trocó en una completa paz.

Soy un joven pequeño, insignificante y opaco en todosentido. Sufro complejos. Siempre he resistido esos límites.
Como efecto de esa resistencia nació en mí una fuerte amargura. Estos últimos años mi oración no ha sido otra cosa que clamar: Padre amado, yo no he escogido nada de lo que soy y tengo. Tú has puesto en mí tan estrechos límites y fronteras. Acepto tu voluntad, me abandono a tus designios. Desde hace tiempo no me importa ser pequeño ni feo. El abandono me ha liberado de todo complejo e inhibición.

«Señor, tú eres mi lámpara, Dios mío, tú alumbras mis tinieblas
Fiado en ti me meto en la refriega.
Fiado en mi Dios asalto la muralla» (Sal 17).


Este año me han tocado circunstancias muy dolorosas:dificultades, desengaños, deserciones, fracasos. Luché como un león contra todas las adversidades. Todo fue inútil.

Durante semanas no he hecho otra cosa que repetir:
«Alma mía, descansa sólo en Dios, porque él es mi esperanza.
Sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré» (Sal 61)
.

Hoy sigo manteniendo la misma lucha, pero con una paz tan grande, con una seguridad tan serena que los que me ven se preguntan: ¿qué le ha pasado?

¡Límites humanos!
Soy una mujer que siempre hedeseado agradar a todos, ser simpática. Vano esfuerzo.
Cuanto más empeño pongo, más torpe y amanerada aparezco. Durante largos años fui «enemiga» de mí misma, víctima y verdugo de mí misma.
¡Cuánto me castigué!

En estos tres años, en mi oración he repetido millares de veces a Dios: Dios mío, no me hiciste como yo hubiera querido sino como tú has querido. Me abandono a tu voluntad, me acepto tal como me hiciste, y bendito seas por haberme creado.

Hoy —parece un prodigio— me dicen que aparezco natural y agradable.
Hace siete semanas que me siento enfermo. Los médicos no aciertan en el diagnóstico. Cada día me siento peor.
Gastos van, remedios vienen. Aburrido, ya sentía los primeros síntomas de desesperación. He dicho a Dios: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, me abandono a ti»(Sal 9).
No hay mejoría pero mi alma ya no sufre. Estoy en paz.

En los últimos meses, casi he caído en una bancarrota económica. He tocado todas las puertas y ensayado todaslas soluciones. A veces me siento ahogar como un náufrago.
Dije a Dios: «Mi suerte está en tu mano, contigo a mi derecha no vacilaré y mi carne descansa serena» (Sal 15).

En ningún momento he pedido a Dios que me saque de este pozo en que estoy hundido, sino que diariamente me abandono en sus manos mientras sigo luchando como si todo dependiera de mí. Pero ahora es un combate tan lleno de paz, que nadie lo podría creer.

He vivido metido en el fragor de las luchas sociales y reivindicaciones económicas. Pero vivo completamente entregado en las manos de mi Padre. Ni siquiera me inmutan los resultados.
Es un fenómeno extraño: parezco un fanático revolucionario; en mi interior, sin embargo, reina inextinguiblemente la paz. «No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor» (Sal 13).

Soy una mujer que ha conocido el gusano amarillo de la envidia. Sufría desde el colegio porque tantas me superaban, me sacaban cien codos de diferencia. Un día dejé de resistir mis propios límites. Dije miles de veces: Padre mío, son las fronteras que tú has puesto en mí. Las acepto.

Lentamente el gusano se debilitó y murió.

Llegará el ocaso.
Ser viejo es cosa triste. No queda ni belleza ni fuerza y esperanza. Un viejo es como uno bjeto inútil: estorba en todas partes. Sin embargo, aceptaré como voluntad de mi amado Padre el avance inexorable del tiempo y de la vida. Me abandonaré sin resistencia alguna en los brazos de mi Padre. Combatiré la tristeza con el abandono y la aceptación.

Yo sé que mi ocaso será como un atardecer dorado, lleno de serena dignidad. Acaso los que me vean dirán: ¡Mirad qué atardecer más bello! Será obra de la gracia.
Un día se me complicará la salud. Vendrán biopsias, análisis, diagnósticos. Estos darán un resultado positivo: carcinoma maligno. Tres meses de vida. Por encima de todas las resistencias de la naturaleza impondré el grito deJesús: «No se haga lo que yo quiero sino lo que tú.»

Pasarán las semanas como en un plano inclinado. Me abandonaré con más docilidad que nunca en los brazos del Padre como un río caudaloso que acaba en la muerte. No resistiré a la muerte. Me entregaré como Jesús, y lamuerte no obtendrá la victoria sobre mí. Yo venceré a lamuerte, aceptándola, y diciendo: «Padre amado, en tus manos entrego mi vida.»
Aunque tenga que caminar por rutas desconocidas y por oscuros despeñaderos,«nada temo, porque tú vas conmigo. Tu bondad y misericordia me acompañantodos los días de mi vida» (Sal 22).

No criaré ambiciones que enloquecen, no incubaré maníasde grandeza, no alentaré sueños imposibles:«No pretendo grandezasque superen mi capacidad,sino que acallo y modero mis deseoscomo un niño en los brazos de su madre» (Sal 130).

Y cuando logre abandonarme completamente en los poderosos brazos de mi amado Padre, disfrutaré de los efectos de liberación: no habrá red cazadora que alcance tus alas, ni el espanto nocturno ni la flecha voladora; ni la peste que se escurre furtivamente ni la epidemia que ataca a la luz de mediodía. Aunque caigan mil a tu derecha y diez mil a tu izquierda, a ti no te pasará nada malo. Y atravesarás el mundo sobre las alas de los ángeles por encima de áspides, víboras, leones y dragones (Sal 90).

ORACIÓN DE ABANDONO
«Padre,me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea,
te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad
se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.

No deseo más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz.

Porque te amo
y necesito darme a ti,
ponerme en tus manos,
sin limitación,
sin medida,
con una confianza infinita,
porque tú eres mi Padre.»

CHARLES DE FOUCAULD