75.5- La influencia sobre otros

75,5. Y si tienes ascendiente entre tus compañeros, aprovéchalo para hacerles todo el bien que puedas.





Lánzate a conquistar almas para Cristo. Con discreción, pero con entusiasmo. Por qué vamos a dejar libre el camino a los propagadores del mal? 
Una persona católica convencida no se contenta con vivir su religión privadamente, sino que trabaja con todas sus fuerzas para derribar el mal y restablecer el reino de Dios en los corazones de los hombres, en la sociedad y en el mundo entero.

En esta lucha tenemos un Jefe, Jesucristo, nuestro Rey y nuestro Capitán, que va delante de nosotros, nos ayuda con su poder de Dios, y nos promete la victoria final. Pero quiere que luchemos.

«Dios quiere que todos los hombres se salven» (883). Por lo tanto, quiere la solución de todos los problemas (aun materiales) que se oponen a ello: problema social, inmoralidad, ateísmo, escasez de clero, egoísmo, hambre, etc. Ahora bien, esta voluntad de Dios no es absoluta y sin condiciones.

En ese caso no habría fuerza creada capaz de oponerse a este plan de Dios. Esta voluntad de Dios es condicionada a la libre cooperación de los hombres. Por lo tanto, si los hombres quieren salvarse, Dios les ayuda; si los hombres quieren cooperar a la salvación de los demás, Dios también les ayuda.

 Jesucristo, que pudo realizar la Obra de la Salvación por sí mismo, la puso en manos de los hombres: «Id por todo el mundo y predicad a todas las gentes. Quien crea se salvará; quien no crea, será condenado» (884).



El Concilio Vaticano II ha dedicado un Decreto al apostolado de los seglares. Dice que «este apostolado nunca puede faltar en la Iglesia (n 1), pues es el plan de Dios sobre el mundo, que los hombres lo perfeccionen sin cesar (n 7) y los seglares deben impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico (n 5).

Deben ejercer su apostolado en el mundo a manera de fermento (n 2), y aunque la fecundidad de su apostolado depende de su unión vital con Cristo (n 4), deben formarse muy bien (n 29) para revelar al mundo el mensaje de Cristo no sólo con el testimonio de la vida cristiana, sino también con la palabra (n 6). 

Mientras que todo el ejercicio del apostolado debe proceder y recibir su fuerza de la caridad, algunas obras, por su propia naturaleza, son aptas para convertirse en expresión viva de la misma caridad, que quiso Cristo-Señor fuese prueba de su misión mesiánica... Por lo cual la misericordia para con los necesitados y enfermos, y las llamadas obras de caridad y de ayuda mutua para aliviar todas las necesidades humanas son consideradas por la Iglesia como un singular honor...».

El Padre Antonio Royo, O.P., comentando este Decreto Conciliar sobre el apostolado de los seglares en las conferencias cuaresmales de 1966 en la Basílica de Atocha, en Madrid, dijo: «La virtud más importante del cristiano es la caridad. La caridad tiene tres aspectos: Amor a Dios, amor al prójimo, amor a uno mismo. Desde cualquiera de esos ángulos brota la exigencia del apostolado para el seglar. Porque, se puede amar a Dios y desentenderse del prójimo, hijo de Dios? Se puede amar al prójimo y desentenderse de sus intereses espirituales y materiales? Puede uno amarse a sí mismo de verdad y perderse esa inmensa fuente de beneficios espirituales que es ayudar a salvarse a los demás?

Dice el Apóstol Santiago al final de su Carta: «Quien convierte a un pecador, salva su alma» (885).

Por último, el estado actual del mundo es un nuevo argumento que apremia al seglar hacia el apostolado... La invasión del materialismo que ha caído sobre nuestra sociedad y la penuria de sacerdotes son para el seglar cristiano motivos suficientes para entregarse al apostolado.



No pocos cristianos son del parecer que puesto que ellos no son sacerdotes no tienen que abogar en su vida pública en favor de la fe cristiana. La verdad es que por razón del bautismo y de la confirmación la tarea de conquistar el mundo para Cristo recae sobre todos los cristianos. 
En los primeros siglos del cristianismo fueron sobre todo los seglares, los simples creyentes, los que en sus diarios contactos con sus semejantes difundieron de una manera enteramente espontánea el mensaje cristiano en su medio ambiente. 

También hoy en día deberían todos los cristianos ser conscientes de que es la totalidad de la comunidad de los creyentes la que constituye el nuevo pueblo de Dios establecido por Cristo y de que no son los sacerdotes solamente, sino los seglares cristianos que se encuentran en el mundo los que pueden hacer que se despliegue visiblemente la eficacia de la vida divina en la familia, en la vida profesional, en los múltiples campos de la actividad social y cultural, así como en el empleo del tiempo libre. Todo adulto cristiano debería trabajar con celo apostólico y misionero por la causa de Cristo.

Aun cuando el trabajo misional sea de hecho incumbencia sobre todo de determinadas órdenes religiosas, congregaciones y otras actividades misioneras, la responsabilidad misional recae sin embargo sobre la totalidad de la Iglesia. Todo cristiano, por consiguiente, de manera adecuada a su situación, tiene la obligación de apoyar el sacrificado trabajo de los misioneros, así como sus obras en sus múltiples necesidades.

«Todos los discípulos de Cristo tienen el deber de dar testimonio de Cristo en todo lugar, y a quien se lo pidiere han de dar también razón de la esperanza que tienen en la vida eterna» (886).



Es necesario que todos los católicos hagan apostolado en el propio ambiente:
a). Por la oración: es lo más importante. Hablarle a Dios de él, antes que a él de Dios.
b). Por el ejemplo: el propio testimonio es indispensable para que se acepte nuestro mensaje. El ejemplo convence mucho más que las palabras. Las palabras pueden mover, pero los ejemplos arrastran.
c). Por la palabra: es el apostolado que practicó Jesucristo. Y el mandato que dio a sus Apóstoles: predicar. Todo el mundo puede tener una palabra amable, dar un buen consejo, una sencilla exhortación, un cariñoso reproche dado en un momento oportuno, o una larga conversación. Y también la palabra escrita: regalar un buen libro. Si este libro que tienes en las manos te gusta, podrías regalárselo a alguien.
d). Por el sacrificio que da más eficacia a la palabra. Como dijo el Papa Juan Pablo II, el 25 de junio de 1993: «La evangelización depende, más que de técnica y métodos pastorales, de la gracia que brota de la cruz de Cristo; a la cual unimos nuestro dolor. La evangelización obtiene inagotables energías de la cooperación de los pacientes».
e). Por la caridad: que nos gana el corazón de los demás.

Y echada la semilla dejar que Dios la haga germinar. Dios no nos pide el éxito, sino el trabajo.

El que fue Obispo de Málaga y Palencia, D. Manuel González, que murió con fama de santo, solía hablar de los apostolados menudos, pequeños detalles de hacer el bien que sale al encuentro: una sonrisa, un favor, un consuelo, una palabra de ánimo. Aprovechar todo momento para dar testimonio de Jesús.

«Todos los fieles tienen el deber de trabajar para que el mensaje de salvación alcance más y más a los hombres del orbe entero» (887).




Debemos ser como la llama, que comunica a otros su luz, pero no se agota. Siempre dispuesta a seguir comunicando. Una comunidad cristiana es ecclesial sólo si, y en la medida que, participa en la tarea evangelizadora de la Iglesia. «La vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación también al apostolado» (888).

El creyente ha recibido la fe de otro y debe transmitirla a otro.
Siendo propio de los seglares vivir en medio del mundo, Dios les llama a que ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento.

Dijo Pío XII en la encíclica Mystici Corporis: «Misterio verdaderamente tremendo el que la salvación de muchos dependa de las oraciones y mortificaciones de los miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo. (...) Aunque parezca extraño Cristo quiere ser ayudado por ellos en su misión redentora.

«El apostolado de los seglares es la participación en la misma misión salvífica de la Iglesia (889).
Participación que pueden ejercer de dos maneras: «Primeramente hay una forma de apostolado que corresponde a la vocación propia del seglar.



Ésta consiste en buscar el Reino de Dios tratando y ordenando, según Él, los asuntos temporales. Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades y profesiones, así como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con la que su existencia está entretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyen desde dentro a la santificación del mundo y de este modo descubren a Cristo a los demás, brillando ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad. A ellos, muy en especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor» (890).

«Los seglares, están llamados particularmente a hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra si no es a través de ellos. (...). Además de este apostolado, que incumbe absolutamente a todos los fieles, los seglares pueden también ser llamados de diversos modos a una cooperación más inmediata con el apostolado de la jerarquía, como aquellos hombres y mujeres que ayudaban al apóstol San Pablo en la evangelización, trabajando mucho en el Señor. [Pueden ser catequistas, difundir libros religiosos, colaborar en las obras parroquiales, ser miembros de asociaciones católicas, etc.]. Los seglares son aptos para que la jerarquía les confíe el ejercicio de determinados cargos eclesiásticos, ordenados a un fin espiritual» (891).

Algunos de entre ellos, al faltar los ministros sagrados o estar impedidos éstos en caso de persecución, les suplen en determinados oficios sagrados en la medida de sus facultades.

«En fin, el Espíritu Santo, repartiendo sus dones a cada uno según quiere, puede, hoy lo mismo que en los orígenes de la Iglesia, dar al más humilde de los fieles estos carismas extraordinarios que sirven para el bien común de todo el Cuerpo Místico y responden a sus necesidades» (892).

Pero el «juicio sobre su aplicación pertenece a los que presiden la Iglesia, a quienes compete sobre todo no apagar el Espíritu, sino probarlo y quedarse con lo bueno» (893).



Los cristianos de hoy han redescubierto la importancia del testimonio de vida y del diálogo fraterno con los no católicos. Pero sería lamentable que se reemplace el apostolado por el testimonio, y la evangelización por el diálogo. 

Los Obispos españoles pedimos a todos los seglares que se entreguen con redoblado celo al apostolado de evangelización, ya de manera individual, ya dentro de asociaciones apostólicas. 
El cristiano sabe bien su deber de ser promotor de la justicia social, de la paz y la libertad, pues la humanidad se debe perfeccionar y engrandecer hasta que alcance su perfección total prevista por Dios. En una sociedad oscurecida por la hipocresía y la injusticia, el cristiano se opone a todas las formas de explotación, de vejaciones y prejuicios, posponiendo su persona en favor de la promoción de los demás. Trabajar por la promoción humana es para el cristiano un fin que tiene un valor intrínseco y que él persigue de consuno con otros hombres de diversas creencias. Mas él no puede contentarse con este esfuerzo de humanización, pues es miembro de la Iglesia, cuya misión es anunciar a todos los hombres que Dios les ama y que les ha enviado a su Hijo Jesucristo para hacerles conocer su amor».

«Hay que tener cuidado para no caer en un nuevo pelagianismo, que busca la salvación en la reforma de las estructuras antes que en la conversión a Dios.

La pasividad en la Iglesia, es bien claro, no es la actitud propia de los seglares. Ellos son Iglesia y tienen que actuar como protagonistas de su historia. Una historia que está muy condicionada por el nivel y el sentido que tenga la intervención de los seglares en el cumplimiento de su misión salvífica. Por esto es de máxima importancia que los seglares tomen conciencia de la tarea que ellos tienen que realizar como miembros vivos del Pueblo de Dios. La incorporación activa de los seglares a las tareas de la Iglesia es el signo más sintomático de un catolicismo adulto...


Los seglares, como queda afirmado, no pueden limitarse a trabajar por la edificación del Pueblo de Dios o la salvación de su alma para la eternidad, sino que han de empeñarse en la instauración cristiana del orden temporal.

Por su situación en el mundo, los seglares son los responsables directos de la presencia eficaz de la Iglesia en cuanto a la organización de la sociedad en conformidad con el espíritu del Evangelio: a ellos muy en especial corresponde iluminar y organizar los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador Redentor.

Un primer grado de este compromiso apostólico consiste en la inserción cristiana de los seglares en el mundo, mediante el cumplimiento de sus deberes de estado; es un aspecto fundamental de su testimonio como miembros activos y responsables del Pueblo de Dios y de la comunidad humana.

Este testimonio es exigencia común para todos los bautizados y condición esencial para que de ellos pueda decirse que llevan una vida cristiana».



«Los seglares están llamados por Dios para que desempeñando su propia profesión, guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo» (894).

Los católicos «siéntanse obligados a promover el verdadero bien común y hagan pesar de esa forma su opinión para que el poder civil se ejerza justamente y las leyes respondan a los principios morales y al bien común» (895).

«El Reino de Cristo no es una realidad puramente interior y espiritual; ni la salvación que nos trae se reduce a la esfera privada. Al contrario, Jesucristo quiere penetrarlo todo con su espíritu, con su verdad y con su vida: el ámbito individual y el de la sociedad, el mundo de la familia, del trabajo y del tiempo libre».



«Se equivocan los cristianos que, bajo pretexto de que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la vocación personal de cada uno. Pero no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan que pueden entregarse totalmente a los asuntos temporales, como si éstos fuesen ajenos del todo a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época» (896).

El compromiso cristiano nos lleva a ponernos al servicio de nuestros hermanos para construir un mundo de paz y justicia. Pero el cristiano sabe que el futuro no depende solamente del esfuerzo humano. Sabe que es necesaria la ayuda de Dios. «El cristiano rechaza la postura de aquellos que esperan la auténtica y total liberación del hombre, del sólo esfuerzo humano» (897).

El compromiso cristiano nos lleva a ponernos al servicio de nuestros hermanos para construir un mundo de paz y justicia. Pero el cristiano sabe que el futuro no depende solamente del esfuerzo humano. Sabe que es necesaria la ayuda de Dios. «El cristiano rechaza la postura de aquellos que esperan la auténtica y total liberación del hombre, del sólo esfuerzo humano» (897).



Modos de hacer apostolado:
a) Regalar las revistas buenas ya leídas o meterlas en los buzones de las porterías.
b) Regalar libros buenos, como éste que tienes en las manos.
c) Regalar prendas usadas, que estén pasables, a instituciones que las manden a países necesitados.
d) Colaborar en la catequesis de la parroquia.
e) Visitar enfermos en sus casas, hospitales, asilos, etc., aunque no sean conocidos, y hablarles de Dios, oportunamente.
f) Dar buen ejemplo y buenos consejos.
g) Dar limosnas para las obras de caridad o apostólicas.
h) Dedicar tiempo al servicio del prójimo en obras de caridad o apostolado.