40.3 -La misión de los sacerdotes



40,3. Los sacerdotes se consagran a Dios para colaborar con el Papa y los Obispos en el cuidado de las almas predicando la Palabra de Dios y administrando los sacramentos (512).

Son también representantes de Jesucristo , por esto merecen todo nuestro respeto. La misión del sacerdote es presidir la Asamblea Eucarística y ayudar a los Obispos a mantener la unidad en la fe y en la caridad fraterna, y conducir a los cristianos a Dios Padre.

Hay que distinguir el sacerdocio ministerial, propio de los que han recibido el sacramento del orden, que les da poder para decir misa y perdonar pecados, del sacerdocio común de los fieles, propio de todos los bautizados cuya vida debe ser un acto cultual a Dios y deben dar testimonio de Cristo .

Estos dos sacerdocios no sólo difieren en grado, sino esencialmente, como ha dicho el Concilio Vaticano II (513). Por eso hay un sacramento especial para el sacerdocio ministerial.

«Hoy como ayer, la misión específica del sacerdote es la de comunicar el pan de la palabra; la de distribuir, como ministro del culto, el perdón, la gracia y la santidad. Podrán cambiar los tiempos y los métodos, según la evolución de las costumbres, pero el contenido del mensaje seguirá siendo el mismo: el apostolado será siempre la transmisión de la vida espiritual» (514).

Jesucristo dice en el Evangelio: «No llaméis a nadie Padre» (515). Pero esto se lo dice a sus discípulos, pues entre ellos todos eran hermanos. Pero el pueblo es lógico que llame Padre a los sacerdotes por respeto a la persona que les transmite la doctrina y la gracia de Dios . El mismo San Pablo que sabía muy bien cómo había que interpretar las palabras de Cristo , se hacía llamar Padre: «No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos muy queridos. Porque aunque tuvierais diez mil pedagogos en Cristo no por eso tenéis muchos padres, ya que el que os ha engendrado en Cristo por medio del Evangelio he sido yo» (516). Él mismo llamó «hijo» a Timoteo en las dos cartas que le escribe (517). Lo mismo a Tito (518). Por lo tanto es lógico que ellos le llamaran a él «Padre».

San Juan llama «sus hijos» a los que andan en la verdad (519).



40,4. Para ayudar a los sacerdotes en ministerios que aunque no sacerdotales resultan necesarios para el bien de la Iglesia , el Concilio Vaticano II ha permitido a las Conferencias Episcopales, con la aprobación del Sumo Pontífice, establecer el diaconado «para hombres de edad madura, aunque estén casados, y para jóvenes idóneos; pero para éstos debe mantenerse firme la ley del celibato» (520).

Estos diáconos sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la Palabra y de la caridad .

En 1972 la Iglesia ha permitido que cuando hay muchos fieles y pocos sacerdotes , algunas personas idóneas señaladas por el sacerdote, con permiso del Obispo, pueden ayudar a dar la Sagrada Comunión, para que este acto no se prolongue demasiado. Estas personas también podrán llevar la comunión a los enfermos, si no hay sacerdote o diácono que lo haga (521).



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