Tenemos capacidad para lo no material.
Los animales al no captar ideas abstractas no pueden preocuparse de los problemas filosóficos o religiosos, que son exclusivos del hombre.
El hombre, por tener alma inteligente, comprende lo abstracto, lo que no se ve ni se toca, lo que no es cuadrado ni redondo, lo que no tiene sabor ni color: la honradez, la gratitud, el deber. Pues, crees que te haría mucho caso un burro si le hablaras del deber»
El burro sólo obedece al palo. El animal nada sabe del deber, pues el deber no se ve ni se toca; se entiende. Y el animal no tiene alma inteligente: ve y siente, pero no entiende nada. El animal sólo tiene vida sensitiva. Se le puede educar y amaestrar, pero a base de palo y golosinas. No entiende de razonamientos. No capta relaciones de ideas.
Sólo capta sensaciones: si tú te haces amigo del perro de tu cuñado, el perro terminará por conocerte al verte, al olerte, o al oír tu voz.
Por sensaciones. Por los sentidos. Pero nunca te conocerá como cuñado de su dueño. El animal sólo tiene conocimientos sensitivos, no puede captar ideas.
Si no tuviéramos alma espiritual, capaz de captar ideas, ante un escrito nos quedaríamos igual que el que no entiende el telégrafo morse, ante una tira de puntos y rayas, que se queda lo mismo si la noticia recibida es buena o es mala.
Fuera de la especie humana no conocemos ningún animal capaz de hacer razonamientos abstractos... La actividad mental humana basada en conceptos abstractos es cualitativamente diferente a los procesos bioeléctricos que ocurren en el cerebro... Existe en nosotros un ente no material capaz de razonamientos abstractos.
Los animales sólo se mueven por el instinto de conservación del individuo y de la especie: reproducción y supervivencia (alimentación y defensa de la vida).
Al hombre le gusta celebrar grandes acontecimientos de su vida:
nacimientos, bodas, muertes, aniversarios, etc. Los animales no entienden de celebraciones.
El Premio Nobel de Medicina, Alexis Carrel, dice: «el alma es el aspecto de nosotros mismos que es específico de nuestra naturaleza, y que distingue al hombre de los demás animales»216.
Los animales tienen modo de comunicarse. Pero esto no es prueba de inteligencia. Esta comunicación entra en el campo de los instintos. Un canario puede emitir un conjunto de sonidos instintivos, pero es incapaz de interpretar la partitura de una sinfonía de Beethoven.
Entre el lenguaje humano y la comunicación de los animales existe un foso insalvable. Los animales son capaces de expresar distintos estados afectivos: amistad, temor, sorpresa, etc.; pero son incapaces de expresar juicios. Algunos chimpancés pueden repetir palabras sencillas, pero son incapaces de construir frases. A pesar de que un chimpancé tiene un aparato vocal capaz de pronunciar toda clase de palabras, después de seis años de instrucción, sólo se consiguió que pronunciara seis palabras; mientras que un niño en ese tiempo es capaz de conocer y pronunciar más de dos mil. Es que no se trata de voz, sino de inteligencia. «La posesión de un lenguaje articulado es prueba evidente de la supremacía del hombre. El lenguaje de los animales, cualesquiera que sean sus modalidades, no va más allá de un encadenamiento de automatismos»217.
9,2.- Nuestra alma inteligente es el gran abismo que nos separa de los animales. Gracias a Dios, los hombres somos algo más que animales.
Tenemos un alma inteligente, espiritual e inmortal, destinada a conocer a Dios y a gozar de la gloria por toda la eternidad.