68,20. Los novios deben tratarse íntimamente. Pero en este trato íntimo y con confianza no han de permitirse ciertas confianzas ni intimidades. Es más, deben ser muy discretos en permitirse ciertas manifestaciones amorosas, si no quieren manchar sus relaciones de pecados. No puedes permitirle a tu cariño muchas cosas que él te pide con fuerza.
Es necesario que aprendas a llevar tu noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio. Es muy importante que te propongas firmemente llevar tus relaciones prematrimoniales en gracia de Dios.
Eso será atesorar bendiciones del cielo para el matrimonio.
En cambio, si siembras de pecados el camino del matrimonio, cómo puedes esperar con confianza que Dios os bendiga después?
En los muchísimos casos de matrimonios desgraciados, con graves problemas, he tenido la curiosidad de preguntar cómo les fue en el noviazgo. Hasta ahora ni un solo caso ha desmentido esta ley inexorable: fueron noviazgos con grandes descuidos morales y con enormes lagunas en su preparación.
Que tus relaciones sean cariñosas, pero castas . Que tus manifestaciones de cariño sean limpias.
Todas las condescendencias que tengáis en el noviazgo con la pasión impura, han de redundar, tarde o temprano, en perjuicio de vuestra verdadera y perdurable felicidad.
Cuando unos novios se han revolcado en el cieno de la lujuria, viven un amor sucio, envilecido, que después les amarga. En cambio, unos novios que han luchado por vencerse y mantener unas relaciones puras, tienen una ilusión, una felicidad y un amor muchísimo mayores. La experiencia de la vida confirma esto continuamente.
Todos los esfuerzos que hayan realizado -solos o en común- para respetar las exigencias de la castidad antes del matrimonio, les ayudarán poderosamente a respetar más tarde todas las exigencias de la castidad en el matrimonio. Se cosecha lo que se sembró. Todo esfuerzo en este punto tendrá un día su recompensa .
«He visto a menudo novios que estaban muy a gusto el uno junto al otro, se abrazaban largamente y a cada instante..., y en el momento de su matrimonio estaban ya cansados. Nosotros nos acariciamos de vez en cuando, y muchas veces nos cogemos simplemente de la mano. Tal vez alguien nos crea tontos, pero yo creo que así somos más felices. Todo es fresco entre nosotros.
Nada está enmohecido. Nuestra posibilidad de felicidad no está embotada, ni lo estará jamás...
Estoy seguro que el respeto es el guardián de la felicidad de los esposos. No gusta lo que no se ha deseado durante mucho tiempo... Los hogares duran en proporción inversa a las concesiones pasionales que los precedieron. Cualquier cosa que se usa sin medida y sin control acaba hartando» (833).
En el noviazgo todo se ve con luz alegre y radiante, y es necesario saber que el Sol todos los días se pone tras las montañas. La vida del matrimonio no es lo mismo que la del noviazgo, ni el noviazgo puede ser lo mismo que el matrimonio.
Por eso debes tener mucha cautela en tus manifestaciones de amor. Los novios todavía no son esposos. Muchas cosas que entre esposos son perfectamente lícitas, entre novios son un pecado o por lo menos un peligro de pecar. Las manifestaciones de cariño deben evitar una excitación sexual.
La excitación tiende a la satisfacción completa. Es muy difícil que los novios que no son prudentes en sus manifestaciones de amor, permanezcan en el límite de las intimidades lícitas. Una caricia lleva a otra mayor; y es preferible renunciar a la lícita antes que arriesgarse a caer en la que es pecado.
Para que las caricias sean ciertamente inofensivas, conténtate con que sean breves, delicadas y «tan sólo de los hombros para arriba, bajando sólo por el brazo». Los novios, como todos los demás solteros, pecan gravemente si con sus mutuas caricias se provocan voluntariamente un deleite carnal; o se ponen, voluntariamente y sin necesidad, en peligro próximo de provocarlo.
Y en las excitaciones sexuales involuntarias, tienen obligación de resistirlas y no consentir en ellas. El amor es insaciable; siempre pide más. A veces, las barreras morales le cortan el camino, pero él quiere saltar por encima de todo. Por eso hace falta que la razón controle el amor para mantenerle en la línea de la moralidad.
Los novios todavía no están casados. Su amor les lleva al deseo de la entrega total, pero todavía no tienen ese derecho. Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto y un aprendizaje de la fidelidad.
Reservarán para el matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad». Esto se consigue con la ayuda de Jesucristo. Sin la gracia de Dios es imposible. De ahí la necesidad de una vida sacramental durante el noviazgo.
Te recomiendo que estéis siempre en sitios bien visibles. Nada de sitios solitarios y oscuros. La oscuridad y la soledad son peligrosas.
Una de las mejores defensas morales para el comportamiento de los novios son unos ojos ajenos que los estén mirando. El comportamiento de los novios debe ser tal que en todo momento puedan ser observados por sus padres.
La castidad, aunque a veces es difícil y exigente, es no obstante posible en el noviazgo; pero con ciertas condiciones. Quien quiera conservarla es preciso que pague su precio. Los que no tengan voluntad para hacer los esfuerzos que se necesitan, para echar mano de las fuerzas sobrenaturales mediante la oración y los sacramentos, que no se extrañen de su fracaso y de sus caídas. La experiencia, a Dios gracias, atestigua que muchos novios cristianos han vivido y viven un noviazgo casto.
Por otra parte, si ella fue para él una «mujer fácil» no será raro que, después de casados, a él le atormenten los celos de que también lo pueda ser para otros. Una mujer así no ofrece garantías de fidelidad matrimonial.
Desgraciado el hombre que se casa con una mujer lujuriosa. Tendrá dudas horribles sobre si los hijos de su mujer son de él o son de otro hombre. Conozco casos dramáticos.
Además, esas concesiones a la lujuria seguro que os dejan asqueados.
Os sentiríais mucho más felices si vuestro amor os uniera con Cristo en la comunión, que no rebajados en la degradación del pecado. Sé de novios que tuvieron una época de pasión desenfrenada, y que cuando luego orientaron su vida por un camino de rectitud y pureza, me confesaron que este segundo modo de amar les hacía mucho más felices.
Algunos chicos les dicen a las chicas que ellos prefieren a las que ya lo han probado todo. Pero eso es un truco para lograr de ellas más fácilmente lo que quieren sacar, y luego abandonarlas con la misma facilidad, de quien tira un trapo viejo. Es lógico! Un chico sensato no se casa con una chica que el día de mañana puede salirle rana. Si no ha respetado su pureza de soltera, qué garantías tiene de que no resultará adúltera después de casada?
Algunas chicas quieren retener a un chico haciendo concesiones ilícitas. Pero cuando no hay amor, esto puede retrasar la ruptura, no la evita. Y si la ruptura ha de llegar, es mejor que ocurra antes de la boda.
A la mujer, ordinariamente, no le interesa el sexo si no va precedido del amor y la ternura. El hombre es más impulsivo y pasional, y puede separar el sexo del amor.
Las mujeres tienen una gran fuerza natural para amar, pero por su extraordinaria sensibilidad se dejan influir mucho por las impresiones exteriores, y están por lo tanto, expuestas a grandes trastornos en su vida afectiva. Deben estar muy vigilantes para dominar su afectividad.
Y mira, esos chicos y chicas que durante su noviazgo faltaron gravemente a la pureza, están acumulando, sin pretenderlo, una gran cantidad de sufrimientos. Por lo menos sospecharán el uno del otro constantemente. Siempre recuerdan sus caídas anteriores. Sospechan que su cónyuge pueda caer de nuevo; y eso es natural. Porque si alguien no respeta la ley de Dios antes del matrimonio, qué garantía ofrece de que la respetará después de casado?
Si hoy cedes a la tentación, tu marido podrá algún día dudar, con razón, de tu fidelidad. En cambio, si ahora eres intransigente, cuando le asalte la duda pensará:«imposible, si yo no logré nada de novio!»
Y te advierto una cosa: de todas las faltas contra la pureza que cometáis en vuestro noviazgo, la culpable eres tú. Que el chico tenga momentos en que pierda la cabeza y quiera de ti lo que no debe, es natural. Pero si tú no quieres, no pasará nada. Y en estas ocasiones tú eres mucho más serena. Debes por lo tanto imponerte. Y no creas que por eso vas a perderle. Aunque él se enfade, la cosa será pasajera. Si te quiere, volverá a ti. Y si no vuelve, es que no te quería a ti, sino que quería usar de ti para saciar sus apetitos. Y quien te rebaja de esta manera, es indigno de ti. Ése, más vale que se vaya. Si te casaras con él, no serías la reina, sino la esclava. Y antes de ser esclava, más vale quedarse libre.
El quedarse soltera no tiene por qué ser una desgracia; y un matrimonio fracasado, sí lo es. Y de la peor especie. La mujer soltera sólo es desgraciada cuando no sabe llenar su vida con un ideal de servicio al prójimo, que la haga sentirse realizada. La que logra hacerlo puede ser más feliz que una casada.
Oye, además, lo que severamente dice Jesucristo:
Si tu ojo, tu mano o tu pie, son causa de escándalo, es decir, de pecado, arrójalos lejos de ti, porque más te vale entrar con un ojo, una mano o con un pie en el cielo que con los dos ojos, las dos manos o los dos pies, ser arrojada al infierno.
Aplícalo a tu caso actual de relaciones: más vale entrar sin novio en el reino de los cielos, que con novio, ser arrojada al infierno.
Que nunca, ante tu conciencia, te avergüences de tus relaciones prematrimoniales. Sé una novia digna, limpia y pura.
No olvides, que tu novio, es únicamente un novio, que puede no llegar a ser tu marido. Ámalo, sí con ilusión y cariño; pero sin mancharte.
Cuanto más cristiana y delicada seas en tus relaciones, más feliz serás el día de tu boda, más bella aparecerás ese día ante Dios y ante él...! No transijas. Pura hasta el altar!
Defiende con entereza tu castidad, y haz de tus amores la más bella e ilusionada historia que un día puedas ofrecerles a tus hijos, sin tener nada que ocultarles, ni nada de qué avergonzarte. Que tus hijas, al contarles tus amores, puedan decirte con orgullo y envidia: «Qué hermoso es el amor así!
Nosotras también queremos ser unas novias tan buenas y puras como tú...»! Tendrás valor para decirles que sean puras, si tú no lo fuiste?
Piensa también en tus futuros hijos. Ellos, no es fácil que sepan cómo se desarrollaron las relaciones de sus padres, pero sí que te verán a ti, su madre, con tus defectos y virtudes. Y éstas no se improvisan.
Si fuiste una novia intachable, serás sin duda alguna una madre ejemplar.
Piensa en el consuelo inmenso que tendrás, si algún día tu hijo te dice que su mayor ilusión es encontrar una novia que sea como tú eres.
No olvides que el encanto de la mujer, le viene de ser pura cuando es joven, y de ser madre cuando es mayor.
Las dos cosas se han reunido en María. Ella, Virgen y Madre. Ella, Inmaculada.
Legiones de jóvenes, puestos sus ojos en María, han conservado íntegro el tesoro de su pureza.
Admirable y encantador el ejemplo de Santa María Goretti, que se deja matar antes de perder la castidad. Y gracias a Dios las goretis son muchas. Recuerda a Josefina Vilaseca y otras muchas en España, menos conocidas pero no menos heroicas.
Todas las condescendencias que tengáis en el noviazgo con la pasión impura, han de redundar, tarde o temprano, en perjuicio de vuestra verdadera y perdurable felicidad.
Cuando unos novios se han revolcado en el cieno de la lujuria, viven un amor sucio, envilecido, que después les amarga. En cambio, unos novios que han luchado por vencerse y mantener unas relaciones puras, tienen una ilusión, una felicidad y un amor muchísimo mayores. La experiencia de la vida confirma esto continuamente.
Todos los esfuerzos que hayan realizado -solos o en común- para respetar las exigencias de la castidad antes del matrimonio, les ayudarán poderosamente a respetar más tarde todas las exigencias de la castidad en el matrimonio. Se cosecha lo que se sembró. Todo esfuerzo en este punto tendrá un día su recompensa .
«He visto a menudo novios que estaban muy a gusto el uno junto al otro, se abrazaban largamente y a cada instante..., y en el momento de su matrimonio estaban ya cansados. Nosotros nos acariciamos de vez en cuando, y muchas veces nos cogemos simplemente de la mano. Tal vez alguien nos crea tontos, pero yo creo que así somos más felices. Todo es fresco entre nosotros.
Nada está enmohecido. Nuestra posibilidad de felicidad no está embotada, ni lo estará jamás...
En el noviazgo todo se ve con luz alegre y radiante, y es necesario saber que el Sol todos los días se pone tras las montañas. La vida del matrimonio no es lo mismo que la del noviazgo, ni el noviazgo puede ser lo mismo que el matrimonio.
Por eso debes tener mucha cautela en tus manifestaciones de amor. Los novios todavía no son esposos. Muchas cosas que entre esposos son perfectamente lícitas, entre novios son un pecado o por lo menos un peligro de pecar. Las manifestaciones de cariño deben evitar una excitación sexual.
La excitación tiende a la satisfacción completa. Es muy difícil que los novios que no son prudentes en sus manifestaciones de amor, permanezcan en el límite de las intimidades lícitas. Una caricia lleva a otra mayor; y es preferible renunciar a la lícita antes que arriesgarse a caer en la que es pecado.
Para que las caricias sean ciertamente inofensivas, conténtate con que sean breves, delicadas y «tan sólo de los hombros para arriba, bajando sólo por el brazo». Los novios, como todos los demás solteros, pecan gravemente si con sus mutuas caricias se provocan voluntariamente un deleite carnal; o se ponen, voluntariamente y sin necesidad, en peligro próximo de provocarlo.
Y en las excitaciones sexuales involuntarias, tienen obligación de resistirlas y no consentir en ellas. El amor es insaciable; siempre pide más. A veces, las barreras morales le cortan el camino, pero él quiere saltar por encima de todo. Por eso hace falta que la razón controle el amor para mantenerle en la línea de la moralidad.
Reservarán para el matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad». Esto se consigue con la ayuda de Jesucristo. Sin la gracia de Dios es imposible. De ahí la necesidad de una vida sacramental durante el noviazgo.
Te recomiendo que estéis siempre en sitios bien visibles. Nada de sitios solitarios y oscuros. La oscuridad y la soledad son peligrosas.
Una de las mejores defensas morales para el comportamiento de los novios son unos ojos ajenos que los estén mirando. El comportamiento de los novios debe ser tal que en todo momento puedan ser observados por sus padres.
Por otra parte, si ella fue para él una «mujer fácil» no será raro que, después de casados, a él le atormenten los celos de que también lo pueda ser para otros. Una mujer así no ofrece garantías de fidelidad matrimonial.
Desgraciado el hombre que se casa con una mujer lujuriosa. Tendrá dudas horribles sobre si los hijos de su mujer son de él o son de otro hombre. Conozco casos dramáticos.
Además, esas concesiones a la lujuria seguro que os dejan asqueados.
Os sentiríais mucho más felices si vuestro amor os uniera con Cristo en la comunión, que no rebajados en la degradación del pecado. Sé de novios que tuvieron una época de pasión desenfrenada, y que cuando luego orientaron su vida por un camino de rectitud y pureza, me confesaron que este segundo modo de amar les hacía mucho más felices.
Algunas chicas quieren retener a un chico haciendo concesiones ilícitas. Pero cuando no hay amor, esto puede retrasar la ruptura, no la evita. Y si la ruptura ha de llegar, es mejor que ocurra antes de la boda.
A la mujer, ordinariamente, no le interesa el sexo si no va precedido del amor y la ternura. El hombre es más impulsivo y pasional, y puede separar el sexo del amor.
Las mujeres tienen una gran fuerza natural para amar, pero por su extraordinaria sensibilidad se dejan influir mucho por las impresiones exteriores, y están por lo tanto, expuestas a grandes trastornos en su vida afectiva. Deben estar muy vigilantes para dominar su afectividad.
Y mira, esos chicos y chicas que durante su noviazgo faltaron gravemente a la pureza, están acumulando, sin pretenderlo, una gran cantidad de sufrimientos. Por lo menos sospecharán el uno del otro constantemente. Siempre recuerdan sus caídas anteriores. Sospechan que su cónyuge pueda caer de nuevo; y eso es natural. Porque si alguien no respeta la ley de Dios antes del matrimonio, qué garantía ofrece de que la respetará después de casado?
Si hoy cedes a la tentación, tu marido podrá algún día dudar, con razón, de tu fidelidad. En cambio, si ahora eres intransigente, cuando le asalte la duda pensará:«imposible, si yo no logré nada de novio!»
El quedarse soltera no tiene por qué ser una desgracia; y un matrimonio fracasado, sí lo es. Y de la peor especie. La mujer soltera sólo es desgraciada cuando no sabe llenar su vida con un ideal de servicio al prójimo, que la haga sentirse realizada. La que logra hacerlo puede ser más feliz que una casada.
Oye, además, lo que severamente dice Jesucristo:
Si tu ojo, tu mano o tu pie, son causa de escándalo, es decir, de pecado, arrójalos lejos de ti, porque más te vale entrar con un ojo, una mano o con un pie en el cielo que con los dos ojos, las dos manos o los dos pies, ser arrojada al infierno.
Aplícalo a tu caso actual de relaciones: más vale entrar sin novio en el reino de los cielos, que con novio, ser arrojada al infierno.
Que nunca, ante tu conciencia, te avergüences de tus relaciones prematrimoniales. Sé una novia digna, limpia y pura.
No olvides, que tu novio, es únicamente un novio, que puede no llegar a ser tu marido. Ámalo, sí con ilusión y cariño; pero sin mancharte.
Cuanto más cristiana y delicada seas en tus relaciones, más feliz serás el día de tu boda, más bella aparecerás ese día ante Dios y ante él...! No transijas. Pura hasta el altar!
Defiende con entereza tu castidad, y haz de tus amores la más bella e ilusionada historia que un día puedas ofrecerles a tus hijos, sin tener nada que ocultarles, ni nada de qué avergonzarte. Que tus hijas, al contarles tus amores, puedan decirte con orgullo y envidia: «Qué hermoso es el amor así!
Nosotras también queremos ser unas novias tan buenas y puras como tú...»! Tendrás valor para decirles que sean puras, si tú no lo fuiste?
Piensa también en tus futuros hijos. Ellos, no es fácil que sepan cómo se desarrollaron las relaciones de sus padres, pero sí que te verán a ti, su madre, con tus defectos y virtudes. Y éstas no se improvisan.
Si fuiste una novia intachable, serás sin duda alguna una madre ejemplar.
Piensa en el consuelo inmenso que tendrás, si algún día tu hijo te dice que su mayor ilusión es encontrar una novia que sea como tú eres.
No olvides que el encanto de la mujer, le viene de ser pura cuando es joven, y de ser madre cuando es mayor.
Las dos cosas se han reunido en María. Ella, Virgen y Madre. Ella, Inmaculada.
Legiones de jóvenes, puestos sus ojos en María, han conservado íntegro el tesoro de su pureza.
Admirable y encantador el ejemplo de Santa María Goretti, que se deja matar antes de perder la castidad. Y gracias a Dios las goretis son muchas. Recuerda a Josefina Vilaseca y otras muchas en España, menos conocidas pero no menos heroicas.