Sexto mandamiento: 68.6-- Lujuria

 



68,6. Hay almas a quienes Dios da el deseo de renunciar al matrimonio y consagrarse totalmente a Él.

Si eres de éstas te felicito. Y te aseguro que no hay en la vida mayor felicidad que la de estar consagrado a Dios y sentirse colaborador con Él en su obra redentora, haciendo que fructifique en las almas la sangre que por ellas derramó.

El hombre necesita vivir por algo que merezca la pena. Necesita darle sentido a su vida. Necesita un ideal. El vivir sin ideal es señal de inmadurez humana. Vivir consagrado a Dios es el supremo de los ideales.

La vida consagrada a Dios, con vocación, es una felicidad. Se vive con ilusión, con ideal. Pero sin vocación de Dios no hay quien la aguante.

Y por supuesto hay que vivirla en comunidades donde haya buen espíritu, que también puede haber conventos relajados.

El estado religioso es el camino de la perfección. Hoy hay en la Iglesia Católica un millón quinientas mil personas consagradas a Dios.

Las obligaciones se concretan principalmente en los tres santos votos de pobreza voluntaria, castidad perfecta y obediencia completa.

Renunciar, por lo tanto, a las bodas terrenas y obligarse a vivir para Dios tendiendo a la perfección.

Hago mías estas palabras: «Soy sacerdote. Nunca me he arrepentido de esta vocación que Dios me dio. Y mil veces que naciera, mil veces la seguiría de nuevo. No creas que todo me ha ido bien. No creas que todo me ha resultado fácil. Pero todo lo ha superado su llamada. Un pensamiento tengo siempre clavado, y él decidió mi vocación: hacer algo aquí abajo que valiera la pena de veras. Sé que se pueden hacer muchas cosas que valgan la pena. Pero pensé que ésta valía más que ninguna. Y no me he arrepentido» 

Los Santos Padres llamaron al estado religioso: la flor más bella, la perla más preciosa, el más rico ornamento de la lglesia. Santa María Magdalena de Pazzis dice que es la gracia más grande que Dios puede hacer a un alma.

El estado de virginidad perpetua y voluntaria, hace que las personas religiosas vivan en la Tierra como los ángeles del cielo. Ellas serán las que llevarán escrito sobre la frente el nombre de Dios, cantarán un cántico nuevo y seguirán al Cordero por donde quiera que vaya, como dice el Apocalipsis.

Hay muchas Ordenes y Congregaciones entre las que puedes elegir aquella que más se acomode a tus inclinaciones e ideales. El campo en el que puedes desarrollar tu vocación puede abarcar: Misiones, Hospitales, Asilos, Colegios, Obras sociales en favor de jóvenes, Casas de Ejercicios, reeducación de juventud, apostolado entre oficinistas, obreros...Si te entusiasma la vida de oración y penitencia, tienes, por ejemplo, las órdenes de Carmelitas, Franciscanos, Capuchinos, Salesianos, Claretianos, etc., en las dos ramas femenina y masculina.

También puedes consagrarte en alguno de los Institutos Seculares con que hoy cuenta la Iglesia con sus múltiples formas de apostolado.

Si estás indeciso y no sabes qué escoger, quizás pueda ayudarte el libro «Orientación Vocacional» del P.Carrascal, S.I., donde se dan a conocer los elementos de la vocación y las características de ciento setenta Institutos Religiosos de hombres y mujeres. Si sientes la voz de Dios para consagrarle a Él tu vida, no lo comentes a la ligera con cualquiera.

Consúltalo con un sacerdote piadoso y prudente que te aconsejará lo que sea mejor para ti.

Cuestionario para estudiar la vocación:
1.- Se te ha ocurrido alguna vez consagrar tu vida por completo a Dios?

2.- Este deseo, ha sido por motivos sobrenaturales, como el amor y el servicio de Cristo, el bien de las almas y tu propia santificación?
3.- Aunque la realización de este ideal suponga renuncias y sacrificios, crees que, con la ayuda de Dios, serías capaz de ello?
4.- Te ilusiona consagrar tu vida al mayor ideal que se puede vivir en este mundo?
5.- En la hora de la muerte, cómo te gustaría haber vivido? Hablando de la vocación Juan Pablo II dice: «El deseo loable de acercarse a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, creyentes y no creyentes, pobres y ricos, puede llevar a la adopción de un estilo de vida secularizado o a una promoción de los valores humanos en sentido puramente horizontal. Hoy hay quien habla de «vocación temporal» como si Dios retirara la llamada que hizo anteriormente.

La pretendida vocación temporal no es más que una coartada inventada para querer justificar lo injustificable. El que pone la mano en el arado y luego la retira no es digno de Dios. Otra cosa es que no hubiera habido llamada, que se hubiera padecido una equivocación.

La castidad hay que vivirla con elegancia espiritual, sin concesiones rateras y siempre peligrosas, sin compensaciones larvadas, sino con ilusión gozosa, con entrega, con amor..., sin crearse tontamente problemas. Pero sin olvidar que somos de barro y que el ambiente está cargado de erotismo y sensualidad, y nos puede inconscientemente intoxicar. Jesucristo ha hecho de su Evangelio el elogio a la pobreza. Ésta debe ser afectiva y efectiva.

Afectiva: si hay ambición, no hay espíritu de pobreza.
Efectiva: ésta depende de las circunstancias concretas en que Dios sitúe a cada cual.
El amor a la pobreza no está reñido con el sentido común.
Sería ridículo, por pobreza, querer prescindir hoy de la electricidad, porque Cristo no la usó.

El sentido de la obediencia es la imitación de Jesucristo que «se hizo obediente hasta morir en la cruz»

Pero la obediencia debe ser responsable: Informando al superior y después aceptando su decisión como manifestación de la voluntad de Dios.