75.- Obras de misericordia corporales y espirituales


75,2. Jesucristo quería que en esto se nos reconozca a los cristianos:
en que nos amamos los unos a los otros. Hay que amar a todos en general, y no odiar a nadie en particular.

Debemos practicar, según las ocasiones, múltiples formas de caridad.

Los catecismos nos hablaban de las Obras de Misericordia. Son otras tantas formas magníficas de practicar la caridad. Helas aquí:

OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES:
Visitar y cuidar enfermos. Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Atender a los que no tienen hogar. Procurar ropa a los necesitados. Ayudar a los encarcelados y exiliados. Acompañar a los que sufren la muerte de un ser querido.

OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES:
Enseñar al que no sabe. Dar buen consejo al que lo necesita. Corregir al que yerra. Perdonar las injurias. Consolar al triste. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Rogar a Dios por vivos y difuntos.

Dice San Pablo :«Ya puedo tener una fe que mueva montañas; si no tengo caridad, no soy nada» (880).

El amor entre los hombres es la señal que Cristo nos dejó como distintivo de los cristianos. Si esto no existe, la Iglesia no se da a conocer en el mundo.

Y el amor no consiste solamente en no hacer daño, sino, sobre todo, en hacer el bien. Jesucristo ha dicho que todo lo que hagamos al prójimo por su amor, aunque sea darle un vaso de agua, nos lo premiará como hecho a Él mismo. Orientar la vida de forma generosa es la vía óptima para hacerse plenamente hombre y ser de verdad feliz.

Es verdad que tampoco es cristiano practicar la caridad y olvidarse de la justicia. Pero, como ha dicho repetidas veces el Papa Juan Pablo II, tampoco basta la justicia. Es necesaria también la caridad: la caridad de la sonrisa, de la amabilidad, de la servicialidad, del cariño, y de la limosna.

Otro modo de practicar la caridad es dedicar parte de nuestro tiempo libre en servicio del prójimo.

Además de la caridad sincrónica con los que convivimos en este mundo, tenemos que pensar también en la caridad diacrónica pensando en los seres humanos que nos van a suceder en el planeta, para no dejarles una naturaleza contaminada. Éste es el sentido de la ecología que hoy es de tanta actualidad.

Estamos obligados al respeto de la integridad de la creación, que está destinada al bien común de la humanidad pasada, presente y futura.